Page 439 - Egipto Tomo 1
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356 EL CAIRO
esclavo; pero merced á su laboriosidad había logrado elevarse á los primeros puestos y
crearse una fortuna. Con el propósito de apacentar sus camellos, había adquirido una parte
del terreno en que se halla al presente la plaza que lleva su nombre, v que con ser, cuando lo
compró, un erial cubierto de escombros, vióse al cabo de poco tiempo sembrado de jardines y
hermosas casas de campo. Otros personajes á imitación suya hicieron lo mismo, resultando
de ello que no se tenia por persona
de valer la que no tenia una casa en
Ezbekijeh. Murió de edad muy
avanzada. La bella mezquita que
lleva su nombre es un monumento
digno del hombre extraordinario en
cuyo honor fué construida: su rique-
za y el gusto con que está decorada
merecen los más desinteresados elo-
gios de parte de los amantes del arte
árabe, debiendo hacerse especial
mención de la escuela á ella unida.
La plaza de el Esbekijeh ha experi-
mentado no pocas vicisitudes antes
de que el Cairo llegara á ser, como
lo es hoy, el centro de la vida franca,
y adquirir el esplendor y la belleza
que al presente ostenta y que todo el mundo le reco-
noce. Después de haber recorrido los soberbios jar-
dines que la embellecen, paseado ante las magníficas
fondas, edificios públicos, y casas particulares que
por todas partes la rodean, y que no tienen igual en
otra ciudad alguna de Europa, difícilmente se presta
asentimiento á lo que sienta respecto de ella el
exactísimo Prokesch-Osten, esto es, que en 1827 en
que la visitó, permaneciera sumergida en el agua la
mitad del año, v utilizada como tierra de labor du-
detalle arquitectónico de la escuela de la
rante la otra, mitad. La mavor parte de los edificios
MEZQUITA DE EZBEK « 1
que en otro tiempo se levantaban en dicha plaza, por
todo extremo importante, vacian destruidos ó estaban próximos á arruinarse: los que
quedaban en pié pertenecían al estilo morisco y «conservaban impreso el sello de su antiguo
esplendor.». Al presente seria difícil encontrar una sola piedra de la época de los mamelucos.
Ivait-bey murió á la edad de ochenta y cinco años, habiéndose visto obligado en los
postreros instantes de su vida á abdicar en favor de su hijo, que contaba catorce, siendo