Page 45 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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38 Parte I. — Vida de Abenarabi :
"Estuve enfermo, y en mi enfermedad llegué a perder el sentido de tal modo,
que me daban ya por muerto. Vi entonces un grupo de gentes de horroroso as-
pecto que querían hacerme daño; pero vi también a una persona hermosa que
exhalaba un aroma muy agradable y que con fuerza rechazaba el ataque de
los otros, hasta que logró dominarlos. Díjele yo entonces: "¿Quién eres tú?"
"Yo soy—me respondió—la azora Yas [el capítulo XXXVI del Alcorán, que se
reza por los agonizantes] que te defiende." Desperté de mi letargo y me en-
contré con que mi padre estaba llorando a mi cabecera y acababa de rezar
aquella azora."
Más adelante la muerte de éste acabaría por resolver !a crisis de
su espíritu, convirtiéndole hacia Dios definitivamente. Abenarabi refie-
re en su Fotuhat con todo pormenor los prodigios que la acompañaron:
quince días antes de ocurrir, su mismo padre profetizó el día de la
semana y mes en que moriría, y, llegada esta fecha, entró en la ago-
nía, cubriéndose su cuerpo de un blanco resplandor que alumbraba
toda la estancia. Abenarabi, conmovido ante aquel milagro, despidióse
de su padre y salió de casa para esperar en la mezquita la noticia
de su fallecimiento (1).
[Hablando aquí Abenarabi del grado místico de los hálitos o soplos, dice
que los que mueren en este grado quedan en un estado tal, que se duda si
están muertos o vivos. Para confirmarlo, narra así la muerte de su padre]
"Así lo he visto realmente en mi padre, pues lo enterramos con la duda entre
el aspecto de su rostro, que era el de uno que vive, y entre el hecho cierto
de que sus venas estaban sin pulso y su respiración había desaparecido, seña-
les seguras de la muerte. Quince días antes de morir, me había asegurado
que se moría y que su muerte acaecería en miércoles, como efectivamente su-
cedió. Al llegar ese día, aunque estaba gravemente enfermo, sentóse sin apoyo
de nadie, y me dijo: "¡Hijo mío! ¡Hoy es la marcha, hoy es el encuentro con
Dios!" Yo le dije: "Dios ha escrito que serás salvo en este tu viaje y bendice
ya tu encuentro." Estas palabras mías le llenaron de gozo, y añadió: "Dios
te recompensará, hijo mío, con la felicidad después de mi muerte, porque cuan-
to te acabo de oír, yo no lo entendía mientras lo estabas diciendo y hasta quizá
lo hubiera contradicho; pero ahora doy testimonio de que es así como lo di-
jiste."
"Y de improviso apareció sobre su frente un blanco resplandor que con-
trastaba con el color de su cuerpo, aunque sin afearle; aquel brillo producía
(1) Fotuhat, l, 289.