Page 36 - cumbres-borrascosas-emily-bronte
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agitada por el viento. Volví a dormirme y soñé cosas más
desagradables aún.
Ahora recordaba que descansaba en una caja de madera y que
el cierzo y las ramas de un árbol golpeaban la ventana. Tanto
me molestaba el ruido, que, en sueños, me levanté y traté de
abrir el postigo. No lo conseguí, porque la falleba estaba
agarrotada, y entonces rompí el cristal de un puñetazo y saqué
el brazo para separar la molesta rama. Mas en lugar de ella
sentí el contacto de una manecilla helada. Me poseyó un intenso
terror y quise retirar el brazo; pero la manecilla me sujetaba y
una voz repetía:
—¡Déjame entrar, déjame entrar!
—¿Quién eres? —pregunté, pugnando para poder soltarme.
—Catalina Linton —contestó, temblorosa. —Me había perdido en
los pantanos y vuelvo ahora a casa.
No sé por qué me acordaba del apellido Linton, ya que había
leído veinte veces más el apellido Earnshaw. Miré y divisé el
rostro de una niña a través de la ventana. El horror me hizo
obrar cruelmente, y al no lograr desasirme de la niña, apreté
sus puños contra el corte del cristal hasta que la sangre brotó y
empapó las sábanas. Pero ella seguía gimiendo:
—¡Déjame entrar!
Y me oprimía la mano, haciendo llegar mi terror al paroxismo.
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