Page 297 - Fantasmas
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Joe  HiLL



            —Querrás  decir que se  retorcía  de dolor.
            —Y  allí estaba  yo,  haciendo  mi número  de despedida,
      cuando  ocurrió  un  terrible  accidente.  Uno  de los tramoyistas
      dejó caer  desde  una  viga del techo  un  saco  de arena  de ochen-
      ta kilos  de peso,  justo sobre  mi cabeza.  Pero  al menos  me  fui
      al otro  mundo  rodeado  de aplausos.
            —Estaban  aplaudiendo  al tramoyista —dijo Harriet.
            El niño  miró  a Bobby con  expresión  seria y le agarró  la
      mano.
            —Siento  lo del golpe en  la cabeza —dijo, y le dio un  be-
      so  en  los nudillos.  Bobby se  le quedó mirando  y notando  un
      hormigueo  en  la mano,  donde  el pequeño  le había  besado.
            —Es  el niño  más  besucón  del mundo  —dijo Harriet—.
      Es como  si estuviera  lleno  de afecto  reprimido,  y en  cuanto  te
      descuidas  lo más mínimo  te llena de mimos  y abrazos.  —Mien-
      tras  hablaba  le revolvía  el pelo a Bobby con  afecto—.  Y a ti,
      ¿qué fue lo que te mató,  enano?
            Bobby levantó  la manó  y saludó  con  los muñones.
            —Metí  los dedos  en  la sierra  de mesa  de papá y me  de-
      sangré hasta morir.
            Harriet  continuó  sonriendo,  pero los ojos parecieron ve-
      lársele  ligeramente.  Buscó  en  los bolsillos  y sacó  una  moneda
      de veinticinco  centavos.
            —Anda,  ve  a comprarte  un  chicle.
            El niño  cogió la moneda y salió  corriendo.
            —La  gente  debe  de pensar  que  somos  unos  pésimos  pa-
      dres —dijo Harriet  en  tono  neutral  y con  la vista fija en  su  hi-
      jo—. Pero  lo de sus  dedos  no  fue culpa de nadie.
            —Estoy  seguro.
            —ZL a sierra  estaba  desenchufada  y Bobby no  había cum-
      plido los dos  años.  No  sabíamos  que  supiera  enchufarla,  y
      Dean  estaba  allí con  él. Fue  todo  muy  rápido.  ¿Sabes cuántas
      cosas  tuvieron  que torcerse  a partir de ese  instante  para que aca-




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