Page 300 - Fantasmas
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FANTASMAS
Bobby no estaba seguro de querer ir a comer con ellos,
pero Harriet le agarró del brazo y echó a andar hacia el esta-
cionamiento mientras su hombro desnudo y cálido tocaba el
suyo, así que no tenía mucha elección.
No reparó en que los otros clientes del restaurante les mi-
raban y se olvidó de que estaban maquillados hasta que se les
acercó la camarera. Era prácticamente una adolescente, con una
cabellera rubia y rizada que se balanceaba al caminar.
—Estamos muertos —anunció el pequeño Bobby.
—Ya veo —dijo la chica—. Así que supongo que están
trabajando en la película de terror o acaban de probar el plato
especial del día. ¿De cuál de las dos cosas se trata?
Dean dejó escapar una ruidosa carcajada. Bobby nunca
había conocido a nadie con la risa tan fácil, se reía de prácti-
camente todo lo que Harriet decía. En ocasiones se reía tan
fuerte que la gente de otras mesas daba un respingo, asustada.
Una vez que lograba controlarse pedía disculpas con una sin-
ceridad inconfundible, la cara ligeramente ruborizada y los ojos
brillantes y húmedos. Al verlo, Bobby pensó por primera vez
que había encontrado la respuesta a la pregunta que tenía en la
cabeza desde que descubrió que Harriet estaba casada con aquel
Dean-dueño-de-su-propio-almacén-de-maderas. «¿Por qué
él?» Bueno, era un espectador entregado, no había duda.
—Pensaba que estabas actuando en Nueva York —dijo
Dean—. ¿Estás haciendo algo aquí?
—Podría decirse que sí. Por aquí lo llaman profesor su-
plente.
—¡Estás dando clase! Y qué, ¿te gusta?
—Está genial. Siempre quise trabajar en cine o en televi-
sión o de profesor. Concretamente sustituto del profesor de edu-
cación física, así que es mi sueño hecho realidad.
Dean rio salpicando la mesa de migas de rebozado de
pollo frito.
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