Page 303 - Fantasmas
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Joe HiLL
—Tiene nueve años más que yo. ¿Y qué?
—N o, nada. Me alegro de que seas feliz.
—Lo soy —dijo Harriet con voz demasiado aguda.
—¿Se puso de rodillas para pedirte que te casaras con él?
Harriet asintió con los labios fruncidos, recelosa.
—¿ Y tuviste que ayudarlo a levantarse después? —pre-
guntó Bobby. Su voz también sonaba algo fuera de tono y
pensó: «Déjalo ya». Pero aquello era como en los dibujos ani-
mados. Se imaginaba al coyote atado delante de una máqui-
na de tren de vapor metiendo las patas entre los raíles para
intentar frenarlo, y con las pezuñas hinchadas, rojas y hu-
meantes.
—Imbécil —dijo Harriet.
—Perdóname —dijo Bobby sonriendo y levantando las
manos con las palmas hacia fuera—. Ya sabes, Bobby el gra-
cioso. No puedo parar de hacer chistes.
Harriet vaciló un instante y estuvo a punto de darle la
espalda; no sabía si creerlo. Bobby se pasó la mano por la boca.
—De manera que ya sé cómo haces reír a Dean. Y él, ¿có-
mo te hace reír a ti? Ah, lo olvidaba. Él no es «gracioso». Pero
entonces, ¿qué hace para enamorarte, además de besarte con
la dentadura puesta?
—Déjame en paz, Bobby —dijo Harriet, e hizo ademán
de alejarse de él, pero Bobby la rodeó y le cerró el paso.
—No. ?
—Para ya.
—No puedo —dijo Bobby y de pronto comprendió que
estaba enfadado con ella—. Si no es gracioso, debe tener algo,
y necesito saber qué es.
—Paciencia —dijo Harriet.
—Paciencia —repitió Bobby, desconcertado por la res-
puesta.
—Es paciente conmigo.
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