Page 307 - Fantasmas
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Joe HiLL




    el público. Risas y también  aplausos, pero  mezclados  con  algo
    más.  Era como un  retumbar  de regocijo incontenible,  un  soni-
    do tan inmenso  que se sentía,  además  de oírse, y que hizo her-
    vir algo dentro  del pecho de Bobby.
          Él no  se  rio ni una  sola vez  y cuando  se  marchó  tenía  el
     estómago  revuelto,  los pies le pesaban y le costó  recordar  el ca-
     mino  a casa.  Cuando  por fin estuvo  en  su  apartamento,  se  sen-
     tó en  el borde  de la cama  con  los tirantes  bajados  y la camisa
     desabotonada,  y por primera vez  supo  que  no  había  esperan-
     za para  él.
          Vio  que  algo brillaba  en  la mano  de Harriet.  Estaba  ju-
     gando con  unas  monedas  de veinticinco  centavos.
          —¿Vas  a llamar  a alguien? —le preguntó.
          —A Dean —dijo—.  Para  que nos  lleve  a casa.
          —No  lo hagas.
          —No  quiero quedarme.  No puedo.
          Miró  sus  atormentados  dedos  de los pies, luchando  en-
     tre  sí, y asintió.  Se levantaron  al mismo  tiempo y de nuevo  se
     encontraron  embarazosamente  juntos.
          —Hasta  la vista entonces.
          —Adiós  —dijo Bobby.  Quería cogerle de la mano,  pero
     no  lo hizo.  Quería decirle  algo, pero  no  se  le ocurría  nada.
          —¿Alguna pareja voluntaria  para que le disparen? —pre-
     guntó  George  Romero  desde  menos  de un  metro  de distan-
     cia—.  Tendría  un  primer plano garantizado  en  la película.
          Bobby y Harriet  levantaron  la mano  al mismo  tiempo.

          —Yo  —dijo Bobby.
          —Yo  —dijo Harriet  pisándole  un  pie mientras  avanza-

     ba para  atraer  la atención  de Romero—.  ¡Yo!



          —Va a ser una  gran película, señor Romero  —dijo Bobby.

     Estaban prácticamente  hombro  con  hombro,  charlando,  mien-



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