Page 311 - Fantasmas
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Joe HiLL



     nado.  No quería levantarse,  moverse  de allí.  Se preguntó  qué
     haría  Harriet  cuando  Dean  estaba  trabajando  y Bobby  en  el
     colegio. Al día siguiente  era  lunes; no  sabía si tendría  clase. Es-
     peraba que no.  La semana  laboral  se  extendía  ante  él, libre  de
     obligaciones  o preocupaciones  y llena, en  cambio,  de posibi-
     lidades.  Los  tres,  Bobby,  el niño  y Harriet,  permanecieron
     tumbados  sobre el colchón  pegados  unos  a otros  y movién-
     dose  sólo para  respirar.
           George  Romero  se  volvió  hacia  ellos  sacudiendo  la ca-
     beza.
           —Eso  ha estado  muy  bien,  digo cuando  te  diste  con  la
     columna  y dejaste ese  reguero  de sangre.  Deberíamos  repetir-
     lo exactamente  igual.  Pero  esta  vez  podrías  intentar  dejarte
     también  algunos  sesos  en  la columna.  ¿Qué me  dicen, chicos?
     ¿Alguien  se  anima  a repetir?
           —Yo  —dijo Bobby.
           —Yo  —dijo Harriet—.  Yo.
           —Sí, por favor —dijo el pequeño  Bobby, aún con  el pul-
     gar en  la boca.
           —Veo  que hay unanimidad  —dijo Bobby—. Todos  que-
     remos  repetir.




























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