Page 59 - Ominosus: una recopilación lovecraftiana
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cualquiera  que  estuviera  interesado)  su  copia  pirata  de  la  cinta.  La  historia

               salió  en  las  noticias  de  la  tarde  del  canal  46  y  fue  segunda  página  del
               Monterey Herald esta mañana. La oficina del forense lo llama suicidio. No sé
               cómo lo iban a llamar si no. Lo encontraron colgado de la rama más baja de
               un  sicomoro,  cerca  de  los  muelles  de  Moss  Landing,  con  ambas  muñecas

               rajadas casi hasta el hueso. Llevaba un collar de alambre con un calamar del
               género Loligo colgado. Un miembro de la familia ha dicho a la prensa que
               tenía una historia de depresión.
                    Quedan veintitrés segundos.

                    A casi tres kilómetros de profundidad, el Tiburón II se va escorando hacia
               estribor.  De  pronto  el  ROV  choca  contra  una  roca  y  las  luces  dejan  de
               parpadear  y  da  la  impresión  de  que  se  vuelven  un  poco  más  brillantes.  El
               vehículo  parece  detenerse,  como  si  estuviera  planeando  su  próximo

               movimiento. El día que me vendió la cinta, el técnico dijo que una parte del
               bastidor para herramientas se había calzado en los escombros. Me dijo que a
               la  tripulación  del  R/V  Western  Flyer  le  llevó  más  de  dos  horas  liberar  el
               submarino. Dos horas de total oscuridad en el fondo del cañón, después de

               que se apagaran las luces y las cámaras.
                    Dieciocho segundos.
                    Dieciséis.
                    Esta vez será diferente, pienso, como un niño deseando que no le peguen.

               Esta vez veré el truco, la secreta interacción de luz y sombra, el cómo y el
               porqué de una simple ilusión óptica…
                    Doce.
                    Diez.

                    La primera vez pensé que lo que estaba viendo eran unos restos tallados
               en piedra o parte de una escultura rota. La suave curva de una cadera, la línea
               cada vez más fina de una pierna, las gemelas protuberancias de unos pechos
               pequeños. Un pezón del color del granito.

                    Ocho.
                    Pero allí está su cara, suya sin lugar a dudas, la cara de Jacova Angevine:
               su rostro en el fondo del mar, vuelto hacia la superficie, hacia el cielo y el
               paraíso más allá del peso de toda esa negra, negra agua.

                    Cuatro.
                    Me  muerdo  el  labio  tan  fuerte  que  me  sabe  a  sangre.  No  sabe  muy
               diferente del océano.
                    Dos.







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