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que agonizaba contra la acera de Main; se sentó a observarlo hasta que una
                anciana lo vio empujar con el pie a la pobre bestia gemebunda. Entonces le pegó
                con la escoba con que estaba barriendo su acera, gritándole: "¡Vete a tu casa!
                ¿Estás loco o qué?" Patrick volvió a su casa sin enfadarse con la anciana. Lo
                habían pillado faltando a las reglas, eso era todo.
                   Por fin, el año anterior (ni a Mike Hanlon ni a ninguno de los otros les habría
                sorprendido, a esa altura, saber que había sido el mismo día en que George
                Denbrough fuera asesinado) Patrick había descubierto la herrumbrada nevera
                Amana en el vertedero.
                   Al igual que Bev, había oído la advertencia sobre esos artefactos abandonados,
                en los que treinta millones de estúpidos se ahogaban año a año. Patrick pasó
                largo rato mirando la nevera, jugando ociosamente con las manos en el bolsillo.
                Había vuelto ese entusiasmo, más fuerte que nunca, exceptuando el momento en
                que arregló lo de Avery. El entusiasmo volvía porque en los gélidos y humeantes
                páramos que componían su mente, Patrick Hockstetter había tenido una idea.
                   Una semana después, los Luce, que vivían a tres puertas de los Hockstetter,
                notaron la falta del gato "Bobby". Los chicos de Luce, que habían jugado con él
                desde siempre, pasaron horas buscándolo en todo el vecindario. Hasta reunieron
                sus ahorros para sacar un anuncio en el "Derry News". En vano. Si alguien hubiera
                visto a Patrick ese día, más gordo que nunca con su chaqueta de invierno, olorosa
                a naftalina, llevando una caja de cartón duro, tampoco habría sospechado nada.
                   Unos diez días después del de Acción de Gracias, los Engstrom, que vivían en
                la misma manzana que los Hockstetter, casi directamente atrás perdieron a su
                cachorro de cocker. Otras- familias perdieron gatos y perros en los siete u ocho
                meses siguientes. Por supuesto, Patrick se había apoderado de todos ellos,
                además de diez o doce animales callejeros que merodeaban por la Manzana del
                Infierno.
                   Los puso en la nevera próxima al vertedero, uno a uno. Cada vez que llevaba
                otro animal, con el corazón retumbándole en el pecho, los ojos calientes y acuosos
                de entusiasmo, temía que Mandy Fazio hubiera retirado el cerrojo del aparato o
                hecho saltar las bisagras con su maza. Pero Mandy nunca la tocó. Tal vez
                ignoraba que estaba allí; tal vez la fuerza de voluntad de Patrick lo mantenía
                lejos... o quizá era obra de alguna otra potencia.
                   El que más duró fue el cocker de los Engstrom. A pesar del intenso frío, aún
                estaba vivo cuando Patrick volvió por tercera vez, en otros tantos días, aunque ya
                había perdido toda su energía. cuando lo sacó de la caja de cartón para ponerlo
                por primera vez en la nevera, el animal meneó la cola y le lamió cariñosamente las
                manos. Un día después, el cachorro había estado a punto de escaparse. Patrick
                tuvo que perseguirlo casi hasta el vertedero, arrojarse sobre él y sujetarlo por una
                pata trasera. El cachorro lo había mordido con sus afilados dientecillos. A Patrick
                no le importó. A pesar de los mordiscos, llevó al cocker nuevamente a la nevera.
                Tuvo una erección al meterlo dentro. Eso no era raro.
                   Al segundo día, el cachorro trató de escapar otra vez, pero se movía con mayor
                lentitud. Patrick lo metió a empujones, cerró la herrumbrada puerta y se apoyó
                contra ella. Oía que el perrito rascaba la puerta y gemía.
                   --Vamos, perrito -dijo Patrick Hockstetter, con los ojos cerrados y la respiración
                acelerada . Vamos, perrito.
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