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Eso es todo. Pero permanecen allí por un rato más, percibiendo el poder que
existe en el círculo, el cuerpo compacto que componen. La luz mortecina les pinta
las caras de colores evanescentes, el sol ya ha desaparecido y el crepúsculo
agoniza. Permanecen juntos, en círculo, mientras la oscuridad se filtra por Los
Barrens llenando los caminos que ellos han recorrido ese verano, los claros donde
han jugado, los sitios secretos de las riberas donde se han sentado a discutir las
viejas preguntas de la infancia, a fumar los cigarrillos de Beverly o, simplemente, a
guardar silencio observando el paso de las nubes reflejadas en el agua. El ojo del
día se va cerrando.
Por fin, Ben deja caer las manos y empieza a decir algo, pero de pronto sacude
la cabeza y se aleja. Richie le sigue; después, Beverly y Mike, caminando juntos.
Nadie dice nada; suben el terraplén hacia Kansas y, sencillamente, se separan. Y
cuando Bill piense en eso, veintisiete años después, se dará cuenta de que
realmente jamás volvieron a reunirse. Cuatro de ellos, se verían con bastante
frecuencia; a veces cinco, tal vez hasta seis de ellos, una o dos veces. Pero nunca
los siete.
Él es el último en alejarse. Pasa largo rato con las manos sobre la cerca,
desvencijada, contemplando Los Barrens mientras, allá arriba, la primera estrella
siembra el cielo estival, Se yergue bajo el azul y sobre la negrura mientras Los
Barrens se van llenando de oscuridad.
"No quiero jugar aquí abajo nunca más", piensa de pronto. Y le sorprende
descubrir que la idea no es terrible ni inquietante, sino una verdadera liberación.
Se queda allí un momento más, antes de volver la espalda a Los Barrens para
iniciar el regreso a casa por la acera oscura con las manos en los bolsillos,
echando de vez en cuando una mirada a las casas de Derry, cálidamente
iluminadas contra la noche.
Al cabo de un par de manzanas empieza a apretar el paso pensando en la
cena... y un par de manzanas más allá empieza a silbar.
Derry: El último interludio.
En estos tiempos, el océano parece una interminable flota de barcos.
Difícilmente dejamos de encontrarlos en buen número al levar anclas. "Apenas es
un cruce -dijo Mr. Micawber jugueteando con sus gafas- Apenas es un cruce. La
distancia es bastante imaginaria."
Charles Dikens, "David Copperfield".
4 de junio de 1985.
Hace unos veinte minutos Bill me trajo esta libreta; Carole la había encontrado
en una de las mesas de la biblioteca y se la entregó al pedirla él. Pensé que el
comisario Rademacher podía habérsela llevado, pero al parecer no quiso saber
nada de eso.
La tartamudez de Bill está volviendo a desaparecer, pero el pobre ha envejecido
cuatro años en los últimos cuatro días. Según me dijo, espera que Audra sea dada