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de alta en el Hospital Municipal de Derry (donde todavía sigo yo) mañana mismo,
sólo para que una ambulancia la lleve al Instituto de Salud Mental de Bangor.
Físicamente está bien; tiene sólo algunos cortes y magulladuras que ya están
cicatrizando. Pero mentalmente...
--Si le levantas la mano la deja suspendida -dijo Bill. Estaba sentado junto a la
ventana bebiendo una botella de gaseosa dietética-. La mano se queda
suspendida hasta que alguien la vuelve a bajar. Tiene reflejos, pero muy lentos. El
electroencefalograma muestra una onda Alfa severamente deprimida. Está c-c-
catatónica, Mike.
--Tengo una idea ... -dije-. Tal vez no sea muy buena.
--Dila.
--Yo pasaré otra semana aquí. En vez de enviar a Audra a Bangor, ¿por qué no
te la llevas a mi casa, Bill? -propuse-. Pasa la semana con ella. Háblale, aunque
no te responda. ¿Sigue igual?
--Sí -dijo Bill con tristeza.
--¿Y puedes...? Es decir ¿te animarías a...?
--¿A cuidarla? -Sonrió. Fue una sonrisa tan dolorosa que aparté la vista por un
instante. Así sonrió mi padre el día en que me contó lo de Butch Bowers y los
pollos-. Sí, creo que podría hacer ese trabajo.
--No voy a decirte que te lo tomes con calma porque es obvio que no estás
preparado para eso. Pero recuerda que tú mismo reconociste que mucho de lo
que ha pasado estaba, casi con toda seguridad, predestinado. Y eso podría incluir
el papel de Audra en todo esto.
--No sé p-por qué le dije ad-adónde venía. A veces es mejor callar. Y eso fue lo
que hice.
Por fin, él dijo:
--Bueno. Si lo dices en serio...
--Lo digo en seno. En recepción tienen las llaves de mi casa. En el congelador
encontrarás un par de bistecs. Tal vez eso también estuvo predestinado.
--Ella sólo toma papillas y líquidos.
--Bueno -repuse, aferrado a mi sonrisa -, tal vez haya motivos para una
celebración. También hay una botella de vino bastante bueno en el estante
superior de la despensa.
Se acercó para estrecharme la mano.
--Gracias, Mike.
--De nada, Gran Bill.
Me soltó la mano.
--Richie volvió a California esta mañana.
Asentí.
--¿Crees que nos mantendremos en contacto? -pregunté.
--T-tal vez. Por un tiempo, al menos. Pero... -Me miró a los ojos-. Creo que
volverá a pasar lo de antes.
--¿El olvido?
--Sí. En realidad creo que ya ha empezado. De momento son sólo nimiedades,
detalles, pero intuyó que se extenderá.
--Tal vez sea mejor así.