Page 119 - La sangre manda
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perro  que  hace  malabares  con  botellas  vacías  y  algún  otro  estará

               inmortalizando a una cabra fumándose un puro, pero es mejor no esconderlo,
               por si acaso.
                    Cuando pasa por el sitio donde Jared tenía instalada la batería, persisten
               las dos mismas preguntas: ¿Por qué te has parado a escuchar y por qué te has

               puesto a bailar? No lo sabe, ¿y las respuestas mejorarían algo de por sí bueno?
                    Más adelante perderá la facultad de andar, y ya no digamos la de bailar
               con  la  hermanita  en  Boylston  Street.  Más  adelante  perderá  la  facultad  de
               masticar,  y  sus  comidas  saldrán  de  una  batidora.  Más  adelante  perderá  la

               noción de la diferencia entre despertar y dormir, y entrará en un inframundo
               de  dolor  tan  intenso  que  se  preguntará  por  qué  creó  Dios  el  mundo.  Más
               adelante  olvidará  el  nombre  de  su  mujer.  Lo  que  sí  recordará  —de  vez  en
               cuando— es que se detuvo, y dejó el maletín, y empezó a mover la cadera al

               ritmo  de  la  batería,  y  pensará  que  esa  es  la  razón  por  la  que  Dios  creó  el
               mundo. La única razón.
























































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