Page 215 - La sangre manda
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asombro mientras hace frente a su madre. Ya sabe cómo terminarán todos los

               mensajes de voz de Charlotte.
                    «Holly, ¿dónde estás? Llámame». Ese es el primero.
                    «Holly,  necesito  hablar  contigo  sobre  la  visita  a  tu  tío  de  este  fin  de
               semana. Llámame». Ese es el segundo.

                    «¿Dónde  estás?  ¿Por  qué  tienes  el  teléfono  apagado?  Es  muy
               desconsiderado. ¿Y si hubiera una emergencia? ¡Llámame!». El tercero.
                    «Esa mujer de Rolling Hills, la señora Braddock, no me cayó bien, se la
               veía  muy  engreída.  ¡Ha  llamado  y  ha  dicho  que  el  tío  Henry  está  muy

               alterado!  ¿Por  qué  no  me  devuelves  las  llamadas?  ¡Llámame!».  El  gran
               número cuatro.
                    El quinto es la esencia misma de la simplicidad: «¡Llámame!».
                    Holly entra en el cuarto de baño, abre su porsiacaso y toma una aspirina.

               A continuación, se arrodilla y entrelaza las manos sobre el borde de la bañera.
                    —Dios,  soy  Holly.  Ahora  tengo  que  llamar  a  mi  madre.  Ayúdame  a
               recordar  que  debo  defenderme  sin  ponerme  desagradable  y  mema  ni
               enzarzarme  en  una  discusión.  Ayúdame  a  terminar  otro  día  sin  fumar,  aún

               echo de menos el tabaco, sobre todo en momentos como este. También echo
               de menos a Bill, pero me alegro de que Jerome y Barbara formen parte de mi
               vida.  También  Pete,  aunque  a  veces  es  un  poco  lento.  —Se  dispone  a
               levantarse, pero vuelve por un instante a la misma posición—. También echo

               de menos a Ralph, y espero que esté disfrutando de unas buenas vacaciones
               con su mujer y su hijo.
                    Así blindada (o eso espera), Holly llama a su madre. Charlotte es quien
               habla la mayor parte del tiempo. El hecho de que Holly no le diga dónde está,

               qué hace o cuándo volverá la enfurece. Por debajo de esa ira, Holly percibe
               miedo, porque Holly ha escapado. Holly tiene su propia vida. Eso no debería
               haber ocurrido.
                    —Sea lo que sea lo que estás haciendo, debes volver este fin de semana

               —dice Charlotte—. Tenemos que ir a ver a Henry juntas. Somos su familia.
               Lo único que tiene.
                    —Quizá no pueda, mamá.
                    —¿Por qué? ¡Quiero saber por qué!

                    —Porque… —Porque quiero llegar al fondo del asunto. Eso es lo que
               habría dicho Bill—. Porque estoy trabajando.
                    Charlotte  se  echa  a  llorar.  Siempre  ha  sido  su  último  recurso  cuando
               pretende someter a Holly. Ya no surte efecto, pero sigue siendo su posición

               por defecto, y a Holly sigue doliéndole.




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