Page 220 - La sangre manda
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Brad  ha  puesto  el  audio  de  Freeman  en  el  accidente  aéreo,  en  modo

               repetición. Luego ha abierto el archivo de sonido de Ondowsky informando
               desde la escuela Macready, y lo ha puesto también en modo repetición. Las
               dos voces se superponían, y lo que se oía era un galimatías sin sentido. Brad
               ha quitado el sonido y ha desplazado con el dedo los dos espectrogramas para

               separarlos, colocando el de Freeman en la mitad superior del iPad, y el de
               Ondowsky, en la mitad inferior.
                    «Te das cuenta, ¿no?», ha preguntado, y claro que lo he visto.
                    En los dos se formaban los mismos picos y valles, casi sincronizados. Se

               observaban algunas diferencias menores, pero en esencia era la misma voz,
               pese  a  que  entre  las  grabaciones  hay  una  diferencia  de  sesenta  años.  He
               preguntado a Brad cómo era que las dos ondas se parecían tanto si Freeman y
               Ondowsky decían cosas distintas.

                    «Su  cara  cambia,  y  su  cuerpo  cambia»,  ha  dicho  Brad,  «pero  su  voz
               nunca. A eso se lo conoce como unicidad vocal. Ese ser intenta cambiarla, a
               veces levanta el tono, a veces lo baja, a veces incluso trata de adoptar un poco
               de acento, pero no se esfuerza mucho».

                    «Porque confía en que baste con las alteraciones físicas, unidas al cambio
               de lugar», he dicho.
                    «Sí, eso creo», ha contestado Brad. «Fíjate en esto otro. Todos tenemos
               una  forma  de  hablar  única.  Cierta  cadencia,  determinada  por  las  unidades

               respiratorias. Mira los picos. Eso se corresponde con el énfasis de Freeman en
               algunas  palabras.  Mira  los  valles,  donde  toma  aire.  Ahora  fíjate  en
               Ondowsky».
                    Eran idénticos, Ralph.

                    «Hay otra cosa», ha añadido Brad. «Las dos voces se traban con ciertas
               palabras, que siempre incluyen los sonidos s o z. Creo que en algún momento,
               sabe  Dios  hace  cuánto  tiempo,  ese  ser  hablaba  con  un  ceceo,  pero
               lógicamente  un  periodista  de  televisión  no  puede  cecear.  Ha  aprendido  a

               corregirlo  tocándose  el  velo  del  paladar  con  la  lengua,  para  alejarla  de  los
               dientes, porque es ahí donde se produce el ceceo. Es muy leve, pero se nota.
               Escucha».
                    Ha reproducido un fragmento de sonido de Ondowsky en la escuela de

               secundaria,  la  parte  donde  dice:  «Es  posible  que  el  artefacto  explosivo
               estuviera en la oficina principal».
                    Brad me ha preguntado si lo oía. Le he pedido que lo pusiera otra vez,
               para cerciorarme de que no era solo cosa de mi imaginación tratando de oír lo







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