Page 134 - El retrato de Dorian Gray (Edición sin censura)
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ataque de pánico se apoderó de él. ¿Qué ocurriría si Alan Campbell estuviera

               fuera  de  Inglaterra?  Pasarían  días  hasta  que  pudiera  regresar.  Tal  vez  se
               negara a ir. ¿Y qué haría entonces? Cada instante era de vital importancia.
                    Habían sido grandes amigos en otro tiempo, cinco años atrás. En verdad,
               casi inseparables. Luego aquella amistad íntima había terminado súbitamente.

               Cuando  ahora  se  encontraban  en  sociedad,  sólo  Dorian  Gray  sonreía.  Alan
               Campbell no lo hacía nunca.
                    Era  un  joven  extremadamente  inteligente,  aunque  no  sintiera  verdadero
               aprecio por las artes plásticas y el escaso sentido de la belleza de la poesía que

               albergaba  lo  hubiera  adquirido  por  entero  gracias  a  Dorian.  Su  pasión
               intelectual dominante era la ciencia. En Cambridge se había pasado gran parte
               del tiempo trabajando en el laboratorio, y había obtenido muy buena nota en
               el  examen  de  Ciencias  Naturales  de  su  promoción.  De  hecho,  seguía

               entregado al estudio de la Química y tenía su propio laboratorio, donde solía
               encerrarse el día entero para enorme disgusto de su madre, quien había puesto
               sus esperanzas en que llegara al Parlamento y tenía la vaga noción de que un
               químico era alguien que hacía recetas. También era un excelente músico, con

               todo,  y  tocaba  tanto  el  violín  como  el  piano  mejor  que  la  mayoría  de
               amateurs. En realidad, había sido la música lo que al principio los había unido
               a él y a Dorian Gray: la música y esa indefinible atracción que Dorian parecía
               capaz de ejercer cada vez que lo deseaba y que, sin duda, ejercía a menudo

               incluso  sin  ser  consciente  de  ello.  Se  habían  conocido  en  casa  de  lady
               Berkshire la noche en que Rubinstein tocó allí, y después de aquello solían
               verse  juntos  en  la  ópera  y  dondequiera  que  había  música  de  calidad.  Su
               amistad  íntima  duro  dieciocho  meses.  Campbell  estaba  siempre  en  Selby

               Royal o en la plaza Grosvenor. Para él, como para otros muchos, Dorian Gray
               representaba  todo  cuanto  es  maravilloso  y  fascinante  en  la  vida.  Si  había
               habido entre ellos o no alguna disputa, no lo sabía nadie. Pero, de repente, la
               gente  observaba  que  apenas  se  hablaban  al  encontrarse  y  que  Campbell

               parecía  irse  siempre  demasiado  pronto  de  cualquier  reunión  en  la  que
               estuviera  presente  Dorian  Gray.  Él  también  había  cambiado;  estaba
               extrañamente melancólico a veces; parecía casi disgustarle la música de toda
               índole apasionada, y ya no tocaba nunca, poniendo como excusa, cuando se lo

               pedían, el hallarse tan absorbido por la ciencia que no le quedaba tiempo para
               practicar.  Y  era  verdad,  sin  duda.  Cada  día  que  pasaba  parecía  estar  más
               interesado en la Biología. Su nombre apareció en un par de ocasiones en las
               revistas científicas en relación con ciertos curiosos experimentos.







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