Page 135 - El retrato de Dorian Gray (Edición sin censura)
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Ése era el hombre al que Dorian Gray estaba esperando mientras paseaba
de un lado a otro por la habitación, mirando el reloj de forma continua, y
agitándose por momentos a medida que los minutos pasaban. Al fin, la puerta
se abrió y entró su sirviente.
—El señor Alan Campbell, señor.
Un suspiro de alivio salió de sus labios resecos y el color regresó a sus
mejillas.
—Pídale que pase de inmediato, Francis.
El hombre hizo una reverencia, y se retiró. Unos momentos después, entró
Alan Campbell con expresión adusta y bastante pálido, una palidez que
intensificaban sus cabellos negros como el carbón y sus cejas oscuras.
—¡Alan! Es muy amable por tu parte. Gracias por venir.
—Tenía el propósito de no volver a pisar tu casa, Gray. Pero dijiste que
era una cuestión de vida o muerte.
Su voz era dura y fría. Habló con lenta deliberación. Había desprecio en la
mirada imperturbable y escrutadora que dirigió a Dorian. Mantenía las manos
en los bolsillos de su abrigo de astracán, e hizo como si no advirtiera el gesto
de saludo.
—Es una cuestión de vida o muerte, Alan, y para más de una persona.
Siéntate.
Campbell ocupó una silla junto a la mesa y Dorian se sentó enfrente.
Había una infinita conmiseración en Dorian. Sabía que lo que estaba a punto
de hacer era horrible.
Tras un tenso momento de silencio, se inclinó y habló con mucha calma,
pero observando el efecto de cada palabra suya en el rostro del hombre al que
había mandado llamar:
—Alan, en una habitación cerrada con llave en la planta de arriba de esta
casa, una habitación a la que nadie tiene acceso más que yo, hay un hombre
muerto sentado a una mesa. Lleva muerto diez horas ya. No te muevas y no
me mires de esa forma. Quién es el hombre, por qué murió, cómo murió…
Son cuestiones que no te conciernen. Lo que tienes que hacer es esto…
—Detente, Gray. No quiero saber nada más. Si lo que me has contado es
cierto o no, no es asunto mío. Me niego por completo a inmiscuirme en tu
vida. Guárdate tus horribles secretos para ti. Ya no me interesan.
—Alan, tendrán que interesarte. Éste tendrá que hacerlo. Lo siento mucho
por ti, Alan. Pero no puedo evitarlo. Eres el único hombre que puede
salvarme. No tengo más remedio que inmiscuirte. No tengo elección. Alan, tú
eres un científico. Sabes de Química y de cosas de ese tipo. Has hecho
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