Page 10 - MITOS GRIEGOS e historiografía antigua
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adoptaré gustoso otro mejor cuando se proponga. Pero lo que desde luego
rechazo es la actitud derrotista que rehuye incluso idear un modelo por el mero
hecho de que no pueden probarse todos sus detalles (El mundo micénico, 13).
Llamo la atención sobre la cursiva (que es mía): necesita un modelo
para sus documentos, en vez de ser los documentos quienes muestren
determinada realidad histórica3 Más precaución debiera tener este au
tor teniendo en cuenta el desfase explicativo, que él mismo reconoce,
respecto a anteriores obras suyas.4 El valor histórico-documental de las
tablillas es relativo: su dispersión geográfica, su discontinuidad
cronológica, sus textos cortos (a menudo poseemos sólo fragmentos
con unas letras)5 y el carácter exclusivamente económico (contable)
de las tablillas, hace que éstas sean documentos históricos, sí, pero
a partir de ellas no se puede levantar el edificio histórico completo6
3 El terror al vacío de la historia es propio de los historiadores antiguos. Ver a este propósito el
trabajo de M.I. Finley, “El historiador y sus fuentes”, en Historia Antigua. Problemas
metodológicos, Madrid 1985, 22 ss.; D. Musti, “Tendenze nella storiografla romana e
greca su Roma Arcaica”, Quaderni Úrbinati, 10, 1970; T.P. Wiseman, Clio’s Cosmetics,
Leicester 1979),52. En los autores actuales «idear un modelo por el mero hecho de que no
pueden probarse todos sus detalles», es decir, inventar, es cuando menos una frivolidad. J.
Lange, «The Argument from Silence», History and Theory, 5,1965,288-301, y V.K. Dibble,
«Four Types of Inference from Documents to Events», History and Theory 3, 203-219.
Sobre modelos de investigación histórica, remito a: G. AlfÖldy, «La Historia Antigua y la
investigación del fenómeno histórico», Gerión 1, 1983, 39-61; y G. Bravo, «Hechos y
Teoría en Historia (Antigua)», Gerión 3,1985,19-41.
4 Desde The Deciphrement of linear B, escrito por Chadwick en colaboración con Michael
Ventris, Cambridge 1958, hasta este El mundo micénico, cuya edición primera es de 1976,
pasaron veinte años, tiempo en el que Chadwick reconoce «que la investigación sobre
fuentes escritas ha progresado tanto que no basta con revisar algunos capítulos de The
Deciphrement... sino que es necesario escribir todo un nuevo libro» (El mundo micénico,
12). Creo que su obra capital sigue siendo Documents in Mycenaean Greek, Cambridge
1956 y 19732.
5 M.I. Finley, La Grecia Primitiva. Edad del Bronce y Era Arcaica, Madrid 19872,60-71;y
del mismo, «Los archivos de palacio micénicos y la historia económica», en La Grecia
Antigua. Economía y Sociedad, Madrid 1984,228 ss. y «Homero y Micenas: propiedad y
tenencia», ibid, 241-263.
6 M. Crawford (ed.), Fuentes para el estudio déla Historia Antigua, Madrid 1986, donde E.
Gabba no incluye los textos micénicos como fuentes literarias (13-86). Es evidente la des
ventaja de estos breves textos con los de época clásica. Para las tablillas se hace necesario
pues a) una investigación sistemática, casi estadística, de las palabras; b) un estudio com
plejo comparativo y de equivalencias con formas conocidas en su evolución, M.I. Finley,
«Los archivos», 238 ss., Id., «Documentos», en Historia Antigua. Problemas
metodológicos, 48-74; y en el mismo sentido A. Snodgrass, cap. «Arqueología», en
Crawford, op.cit., 149-196.