Page 12 - MITOS GRIEGOS e historiografía antigua
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sino reconocer que son ladrillos de una casa cuyo plano y perfil son
difíciles de dibujar.
Mi opinión respecto a que Chadwick toma algunos modelos poste
riores para reconstruir aspectos del mundo micénico atañe a una cues
tión de metodología de la historia. Las analogías, es decir, la compara
ción de fenómenos con culturas mejor conocidas que tienen elementos
arqueológicos mejor clasificados, cuya cronología hay que trasladar a
la cultura que se está estudiando, debe ser parte del método histórico,
pero no es un método histórico. Mi crítica a este libro de Chadwick es
que prácticamente todo él es analógico: intenta reconstruir el mundo
micénico con palabras y etimologías griegas, forzando un innecesario
viaje atrás en el tiempo. El análisis comparativo exige una reflexión
sobre el método, en opinión de Finley.7 La primera pregunta que surge
es: ¿Comparación con qué? Inevitablemente el descubrimiento de que
la lengua de las tablillas era griega hizo que automáticamente los inves
tigadores volvieran la mirada a las fuentes griegas más antiguas, la Ilíada
y la Odisea, para conectar dos realidades históricas separadas por un
abismo de tiempo.
La discontinuidad entre el mundo micénico y el griego fue muy gran
de, demasiada quizás para encontrar razonablemente modelos sociales
similares, o iguales sistemas económicos, pues el mundo griego arcai
co desconoció la complejidad de los archivos micénicos y la burocra
cia palacial. El hecho de sobrevivir en la lengua griega algunos térmi
nos micénicos no significa que esas mismas palabras tuvieran el mis
mo significado, ni que puestos, caigos o instituciones micénicas y grie
gas sean equiparables. La hipótesis de una presencia doria en el
Peloponeso, defendida por Chadwick, es insostenible. Puesto que las
tablillas micénicas no muestran elementos dorios, es mejor remitirse a
la tesis tradicional de una emigración doria posterior a la época
micénica.8
7 M.I. Finley, «Los archivos», 239; Id. «Las generalizaciones en historia antigua», en Uso y
abuso de la Historia, Madrid 19792, 91-113, advierte sobre el peligro de las extrapolaciones
y analogías poco documentadas para sacar conclusiones generales coherentes. Ver, en sen
tido contrario, el trabajo de C.G. Stair en el colectivo L. Gottscralk, Generalizations in the
Writing of History, Chicago 1963.
8 V. Parker, «Gab es wirklich Dorier auf der mykenischen Peloponness?: das ‘mycénien spécial’
und die dorische Dialekte», PP, 48,1993,241-266. Sobre las transmisiones lexicaJes del
micénico al griego, ver ahora: R.D. Woodard, Greek Writing from Knossos to Homer. A
Linguistic Interpretation of the Origen of the Greek Alphabet and the Continuity of
Ancient Greek Literacy, Oxford University Press, 1997.