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fue muy sangriento y se dice que Salaverry estuvo a punto de morir a manos del músico
González, pero Francisco de Vidal se lo impidió, ante lo cual Salaverry exclamó: « ¡Gracias,
generoso! » Al final, resultó triunfador Vidal, quien persiguió a Salaverry hasta tomarlo
prisionero en Piura, pero generosamente lo ayudó a fugar. Entretanto había sido elegido
presidente provisorio el general Luis José de Orbegoso, el 20 de diciembre de 1833; a los
pocos días se alzó el general Bermúdez. Vidal se mantuvo obediente al régimen legal y
participó a lo largo de la campaña que finalizó con la rendición de los golpistas.
Cuando Orbegoso inició su gira política por los departamentos del sur en noviembre de 1834,
Vidal, como jefe de Estado Mayor General del Ejército, respaldó en Lima al
vicepresidente Manuel Salazar y Baquíjano, a quien siguió en su retirada hacia Jauja, tras la
proclamación de Salaverry como Jefe Supremo, en febrero de 1835. Cuando Salazar
renunció a su débil autoridad, Vidal se trasladó a Huaura. Tomó el mando de la Guardia
Nacional y avanzó hacia Lima, que se hallaba desguarnecida y saqueada por el
bandolero León Escobar, a quien apresó y fusiló en la Plaza de Armas, el 30 de diciembre de
1835.
En Lima asumió el mando interino de la Nación, hasta el retorno de Orbegoso, el 9 de
enero de 1836. Poco después fue ascendido a General de División y nombrado prefecto del
departamento de Huaylas (o Áncash), donde se mantuvo al servicio de la Confederación
Perú-Boliviana. Pese a ello, respaldó la separación del Estado Nor-Peruano y participó en
el combate de Portada de Guías que libraron los orbegosistas contra los restauradores o
peruanos-chilenos aliados contra la Confederación (21 de agosto de 1838). Resultó herido
en el combate, debiendo retirarse a Huaylas, donde se enteró del viaje de Orbegoso al
extranjero. Se puso entonces a las órdenes de Gamarra en contra de los confederados.
Luchó en el Puente del Buin y en la batalla de Yungay (20 de enero de 1839), donde
comandó la tercera división restauradora.
Sucesivamente, fue prefecto y comandante general del departamento de Junín; jefe de
Estado Mayor General del Ejército Restaurador; diputado por Huarochirí en el Congreso
General de Huancayo (1839); miembro del Consejo de Estado y su segundo vicepresidente
(este cargo era equivalente al de tercer vicepresidente de la República).
Tras la derrota y muerte en Ingavi del presidente
Gamarra, estalló la anarquía en el Perú.
Legalmente ocupaba el gobierno el presidente
del Consejo de Estado, Manuel Menéndez, pero
algunos generales pretendieron usurpar el
poder. En noviembre de 1841, Vidal fue
nombrado prefecto del departamento del Cuzco.
Encabezó el Ejército del Sur contra el
general Juan Crisóstomo Torrico
(autoproclamado Jefe Supremo), a quien venció
en la batalla de Agua Santa, el 17 de
octubre de 1842. Asumió la presidencia del Perú
el día 20 de octubre, debido a las excusas del
presidente (Menéndez) y el primer
vicepresidente del Consejo de Estado (Justo Figuerola).
Vidal desempeñó su alto cargo con probidad y desinterés. Le acompañaron como
colaboradores Benito Laso, Antonio Gutiérrez de La Fuente y Francisco Javier Mariátegui.
Hizo cuanto estuvo a su alcance por remediar los males de la administración pública. Logró
que disminuyera la deuda contraída por el estado y que gravara sobre las aduanas; también
merece citarse su esfuerzo por mejorar la educación de la juventud; él fue quien llevó
al colegio de San Fernando a Cayetano Heredia, y al de San Carlos a Bartolomé Herrera,
pero la anarquía política vino a frustrar sus planes. Tuvo que afrontar la revolución
LDdA “EL COMANDANTE” | ENERO – FEBRERO - MARZO | AÑO 11 N° 39 34