Page 29 - El garbanzo verde nº5
P. 29

28
                                                                                 El garbanzo verde





                                                Mira tú por dónde.
                                                                                                Pepe Calderón



                   Eran las 11 de la mañana de un viernes y aunque hacía ya varias horas que la línea 6 se había
            descargado de estudiantes, asalariados y supervivientes de la noche anterior apenas quedaba un asiento
            libre en el vagón. Itsaso esperó a que arrancara el tren, hizo un barrido con la vista y al comprobar que
            nadie lo reclamaba decidió ocuparlo, aparcando a sus pies la bolsa de viaje. A su derecha un chico de
            unos  18  años,  gorra  con  visera  torcida,  tecleaba  en  su  teléfono  y  a  ratos  se  reía  a  carcajadas.  A  su
            izquierda una señora mayor con una camisola estampada plegaba y desplegaba un abanico como con la
            misma  insistencia  y  naturalidad  con  la  que  su  nieto  haría  girar  un  spinner.  Tenía  doce  paradas  de
            trayecto, así que sacó un libro del bolso y simuló leer mientras concentraba toda su energía en evitar la
            transpiración.























                   En la estación de Legazpi un hombre con barba y coleta gris atravesó el vagón y con la mano
            agarrada a la barra de la derecha de la puerta empezó a hablar dirigiéndose al resto de pasajeros, muchos
            de los cuales fijaron la mirada en el suelo o se apresuraron a desbloquear sus móviles.
                   -Buenos días señoras y señoras. Antes de nada, pido disculpas por molestarles, pero si lo tienen a
            bien, me gustaría que dedicaran un minuto de su tiempo a escuchar mi historia. Me llamo Sebastián,
            tengo 59 años y estoy en paro. En 2008 cerró la empresa en la que llevaba 20 años trabajando como un
            perro y no recibí un solo euro de indemnización porque mi jefe, previendo la que le venía encima, se
            largó con la pasta. A día de hoy todavía no hemos sido capaces de conseguir cobrar lo que nos debe.
            Llevo más de tres años sin recibir ningún tipo de prestación o subsidio y teniendo que afrontar los pagos
            de  la  hipoteca  de  una  casa  que  el  banco  ya  nos  ha  intentado  quitar.  Afortunadamente,  no  lo
            consiguieron, pero lo volverán a intentar. Y para que esto no suceda me veo en la necesidad de pedirles
            una ayuda, por pequeña que sea, que evite que mi mujer y yo nos quedemos en la calle. No pretendo dar
            pena,  simplemente  les  pido  un  poquito  de  comprensión.  Así  que,  si  pueden  darme  una  moneda,  mi
            mujer y yo les estaremos francamente agradecidos. Y repito, perdón por las molestias y que pasen un
            estupendo día.

                   Durante el tiempo que duró el monólogo del hombre de barba y coleta gris, Itsaso no dejó de
            mirarlo haciendo gestos de asentimiento con la cabeza que demostraran empatía. Ahora, mientras el
            hombre se acercaba a los pasajeros con la palma de la mano extendida, hacía esfuerzos por rescatar del
            bolso  su  monedero  de  corazones.  Tras  dar  con  él,  descubrió  que  no  llevaba  nada  suelto  salvo  dos
   24   25   26   27   28   29   30   31   32   33   34