Page 102 - Lo Inevitable del Amor
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mismo que yo quiero escuchar. Voy a vestirme de verde, con una camiseta que
      me deja la espalda completamente al aire. Y me voy a poner un pantalón pitillo
      y  unos  zapatos  de  mucho  tacón.  Ésta  es  otra  de  las  cosas  que  no  termino  de
      explicarme. Últimamente estoy muy guapa. A pesar de lo que lloro, de que me
      cuesta dormir, de que como de manera poco saludable y de que no hago apenas
      ejercicio, estoy muy guapa.
        Estoy pensando  que  a  lo mejor  no  es  buena  idea lo  de  la  camiseta  con la
      espalda al  aire  y  el  pantalón pitillo.  No  vamos  a una  fiesta,  vamos  a  cenar,  a
      hablar y puede que ese atuendo sea un poco agresivo. A lo mejor me pongo el
      vestido largo negro, más cómodo y le meto color con alguna pulsera y con el
      pintalabios  rojo.  Aunque  si  le  voy  a  besar  puede  que  el  rojo  sea  un  poco
      incómodo. Dicen en la publicidad que no deja manchas y que aguanta hasta el
      agua, pero eso no es verdad. Si besas con labios rojos, los labios de él quedan
      como  si  se  hubiera  comido  una  piruleta.  No  sé,  a  lo  mejor  me  pongo  los
      pantalones anchos color mostaza y la blusa negra. Es sugerente, pero elegante.
        Hemos quedado a las diez, pero a las nueve y veinte ya estoy dando vueltas
      por los alrededores del restaurante. Tenía ganas de venir y me he arreglado con
      demasiado tiempo. Hace buena noche para pasear, pero luego me van a doler los
      pies, así que decido esperar sentada en el bar de al lado tomando una cerveza. De
      tapa me ponen unos torreznos, que no me gustan mucho, pero como estoy un
      poco ansiosa ante la cita a los diez segundos no queda ni uno en el plato. Qué
      querrá decirme. Deseo tanto que me diga que quiere estar conmigo. No le ha ido
      bien con Clara y no sólo por el mal momento de ella, también él se dio cuenta de
      que  tenía  otro  motivo  para  no  estar  con  ella.  Espero  ser  yo  ese  motivo.  El
      camarero pone otro platito de torreznos que me como de dos en dos y de tres en
      tres.  Apuro  también  la  caña  y  me  voy  al  restaurante.  Cuando  entro  ya  está
      Eugenio esperándome en la mesa. Son menos diez, así que él también tenía prisa
      por  llegar.  Qué  guapo  está,  creo  que  no  debería  cortarse  el  pelo,  se  lo  está
      dejando crecer y me parece un acierto. Se levanta al verme.
        —¡Qué guapa! Qué bien te queda esa camiseta verde.
        Me giro para que vea mi espalda al aire y sólo acierta a decir.
        —¡Qué barbaridad!
        Se acerca una camarera con la carta y nos pregunta si queremos beber algo.
      Pedimos cerveza.
        —¿Qué querías decirme? —le pregunto en cuanto desaparece la camarera.
        —¿Decirte? —contesta un poco despistado—. No era nada en especial, sólo
      hablar contigo.
        —Esta mañana te había entendido que querías decirme algo concreto.
        —¡Estoy muerto de hambre! —se entusiasma mientras hojea la carta—. ¿Y
      tú?
        Intento rehacerme de la decepción, pero yo creo que se me nota. Nunca he
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