Page 151 - Abrázame Fuerte
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maraca de la colección de instrumentos del chico, y eso ayuda a dar un poco de
      ritmo a la melodía. Marcos, entusiasmado por el giro inesperado que ha tomado
      la  canción  gracias  a  la  intervención  de  la  chica,  enseña  a  Estela  todas  las
      canciones que ha compuesto, y las cantan una a una. La muchacha agradece ese
      gesto de confianza… ¡Son unas diez canciones! ¡Qué majo! Por momentos, sus
      voces  parecen  una  sola,  que  es  capaz  de  todo.  Estela  también  improvisa,  y  la
      verdad es que no se le da nada mal.
        Cuando  ella  cierra  los  ojos  para  coger  el  tono  de  las  canciones,  Marcos
      aprovecha para mirarla. Ante él hay otra persona muy distinta de la que conoció
      en el parque. Sus rastas le parecen diferentes, incluso su mirada, su voz y cada
      uno de sus gestos cuando canta.
        A Estela le pasa un poco lo mismo. Ha descubierto que, en realidad, el vecino
      de Silvia es una persona tierna y sensible. La trata con cariño. La chica siente que
      existe cierta compenetración entre ambos. Sin embargo, en algunos momentos,
      mientras  canta,  no  deja  de  pensar  en  Leo,  en  su  Leo.  Tiene  en  común  con
      Marcos el que ambos son apuestos y sienten pasión por el arte: el profesor, por el
      teatro, y el chico, por la música.
        La única diferencia es lo que le hacen sentir. Para Estela, Leo representa el
      ídolo.  El  mero  hecho  de  tener  la  oportunidad  de  escucharle  la  hace  sentir
      especial. Pero ése es también el problema: ella es muy expresiva, y necesita a
      alguien con quien poder hacerlo. Y, sobre todo, ¡Leo está casado! Y, para una
      persona  como  Estela,  a  quien  le  encanta  saltarse  las  normas,  es  muy  fácil
      enamorarse de lo prohibido.
        A lo mejor es demasiado pronto para predecir que la Princess más rebelde se
      esté  enamorando  de  Marcos,  pero  lo  que  sí  es  real  es  que  los  dos  tienen  una
      conexión artística increíble.
        El chico ha ido al baño y al rato vuelve con unas croquetas caseras y unos
      refrescos  para  merendar.  Tiene  la  intención  de  aprovechar  para  hacer  un
      pequeño descanso.
        —Las  ha  hecho  mi  madre  —comenta  sobre  la  comida—,  y  son  las  más
      buenas del mundo.
        —No, gracias —rechaza Estela.
        —¿No?
        —Es que no tengo hambre.
        —¿No tienes hambre? —repite él, sorprendido. ¡Él es una lima!
        —No…
        —¿A qué hora has comido? ¡Son casi las ocho y media!
        —¡No tengo hambre! ¿Vale?
        El chico deja el plato junto a Estela, que está sentada en el suelo. Este cambio
      de humor lo ha cogido por sorpresa. La muchacha se da cuenta de inmediato.
        —Perdona… Yo no…
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