Page 212 - Abrázame Fuerte
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desagüe.
« Suerte que mamá no se ha enterado de nada» , piensa antes de quedarse
dormida.
Domingo por la mañana
Son las once y media y Silvia aún no ha salido de la habitación. Aunque hace rato
que se ha despertado, se ha quedado surfeando por Internet. Sigue en la cama,
con el ordenador en el regazo y su cojín rojo con forma de corazón a su lado.
Ese viejo cojín la acompaña siempre en los buenos y malos momentos. Le gusta
abrazarlo cuando se siente sola y notar que, en cierto modo, con esos minúsculos
bracitos de peluche, el cojín le devuelve el abrazo.
Su familia ya anda trasteando por la casa. Oye abrirse la puerta del cuarto de
David. Y unos pasos. Alguien marca un número de teléfono en el fijo.
—¿Nacho, eres tú? —Al oír la voz de su hermano, a Silvia le da un vuelco el
corazón y abraza su cojín—. Tío, ¿de qué vas? ¿Cómo que de qué hablo? Ayer mi
hermana me lo contó todo. La llevaste al Labrador, ¿verdad? ¡Eso es un tugurio!
Y después ¿es cierto que la seguiste hasta casa? —David hace una pausa, parece
que Nacho se está explicando—. Mira, te lo diré una vez y sólo una vez: si tocas a
mi hermana, te las verás conmigo, ¿entendido? No, no, no me vengas con
excusas… ¿Lo entiendes o no? —David vuelve a callar esperando confirmación
de Nacho—. Entonces todo claro. ¡Ah!, y otra cosa: procura no cruzarte en mi
camino porque, de momento, ¡no te quiero ni ver!
David cuelga el teléfono y Silvia, desde su habitación, no puede evitar ahogar
su llanto en el cojín.
Unos instantes después
David vuelve a su habitación. Está algo exaltado. Ha defendido a su hermana y
daría lo que fuera para que ella estuviera bien. Aunque Nacho siempre
bromeaba con lo de que las chicas eran como los kleenex y David había
presenciado algún que otro ataque directo de su amigo a alguna chica en el
Labrador, nunca hubiera imaginado que sería capaz de tratar así a su hermana.
¿O en el fondo sí lo sabía? ¿Por qué, si no, advirtió a su hermana? Sea como
fuere, ahora sí que le ha quedado claro qué clase de amigo tenía.
David se siente tenso, necesita desahogarse con alguien y piensa en Ana, la
dulce y comprensiva Ana. Echado en la cama, la llama. En menos de veinte
minutos su novia ya está al corriente de todo. Él le cuenta que Silvia está muy
triste y que siente pena por ella.