Page 209 - Abrázame Fuerte
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—Bueno, me gustan las claras.
        —Pues eso está hecho.
        Se les acerca un camarero con muchos tatuajes. También tiene toda la cara
      llena  de  piercings.  Parece  que  es  amigo  de  Nacho  porque  se  saludan
      efusivamente con un fuerte apretón de manos.
        Nacho y Silvia hablan durante más de una hora. En el transcurso del tiempo
      el bar se va llenando de gente con unos looks muy diferentes a los del Club. El
      ambiente está cada vez más cargado y la música suena tan fuerte que tienen que
      chillar para entenderse. Aunque Silvia se siente cómoda y « mayor»  por estar la
      noche del sábado en un local tan oscuro y ensordecedor, preferiría un lugar más
      tranquilo. ¿Quizá en el banco del parque?
        Algunas personas saludan a Nacho. El chico los atiende con una cortesía y
      amabilidad extremas. Silvia se da cuenta de que cuando él está a punto de acabar
      su cubata aparece el camarero y se lo rellena. Ella aún no se ha terminado su
      clara y el chico lleva tres cubatas.
        —Oye, Nacho, ¿por qué te sirven todo el rato sin que lo hayas pedido? —dice
      la chica, casi chillando.
        —¡Porque el camarero es mi primo! —le responde gritando a su vez en la
      oreja de Silvia.
        —¿Y el concierto?
        —¿Qué concierto? —responde él.
        Silvia se hace la sorprendida porque cree que Nacho le está tomando el pelo:
      el  típico  jueguecito  de  hacerte  creer  que  no  vas  a  ir  a  un  sitio  para  después
      desmentirlo. Un juego muy tonto, pero que muchos chicos utilizan para sacar una
      sonrisa  a  las  chicas.  Silvia  decide  continuar  con  lo  que  ella  piensa  que  es  una
      artimaña.
        —Sí, el concierto. Hemos quedado para ir a un concierto, ¿recuerdas?
        Nacho sonríe como si ella le hubiese contado un chiste buenísimo.
        —¿Qué pasa? —dice la chica.
        A él, la pregunta le da risa. Llegados a ese punto, Silvia no entiende muy bien
      su  reacción,  pero  cuando  ve  que  su  primo  le  pone  otro  cubata  empieza  a
      entenderlo.
        —¿Por qué no te tomas otra cerveza o lo que quieras? —Nacho da un sorbo a
      su copa y asiente con la cabeza al ritmo de la música que suena por los altavoces
      de ese tugurio.
        —No… Va en serio… —insiste Silvia.
        —Sí, yo también lo digo en serio. Tómate otra copa, y después vamos.
        Silvia accede a las órdenes de Nacho. « Al fin y al cabo, es sábado, y puede
      que  el  concierto  empiece  tarde» ,  piensa.  Entonces  aparece  el  camarero  y  le
      sirve otra clara, la mira y después le guiña el ojo a su primo. Ese gesto no gusta
      nada a Silvia. Le parece que le han hecho una encerrona.
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