Page 211 - Abrázame Fuerte
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amistad con su hermano, su comportamiento en la cocina y la actitud tan burda
      en el bar. Hay que ver cómo cambian las personas según dónde estén.
        Cuando le quedan menos de cinco minutos para llegar a casa, Silvia intuye
      algo y se vuelve. Agudiza la vista y ve en la lejanía una silueta que está al final
      de la calle. ¡Es Nacho!
        —¡Silvia, ven! ¡No me dejes solo, por favor! ¡TE QUIEROOO!
        La chica se asusta y echa a correr. No le gusta nada todo eso. Se siente como
      Caperucita, y Nacho es, evidentemente, el lobo malo. Cuanto más corre la chica,
      más deprisa va él.
        —¡Déjame en paz! —grita ella, a quien el miedo atenaza cada vez más.
        No  tarda  ni  un  minuto  y  medio  en  recorrer  el  camino  a  casa,  que  suele
      llevarle  cinco  minutos.  Ha  corrido  cuanto  ha  podido  con  sus  botines  de  tacón.
      Nerviosa, abre el portal de su casa. Sube la escalera corriendo y, al llegar a casa,
      se encierra rápidamente en su habitación.
        David está en casa y ha oído el portazo. Mira el reloj. « Qué extraño, aún es
      temprano» , piensa.
        —Silvia, ¿estás bien?
        —¡Déjame! —llora la chica, sin querer abrir la puerta de su habitación.
        —Silvia, ¿qué ha pasado?
        Aún desde el otro lado de la puerta, su hermana responde sollozando:
        —Tenías razón… ¡Nacho es un imbécil!
        Al oír el nombre de su amigo en boca de su hermana, al oírla llorar de esa
      manera, no puede evitar que la rabia se apodere de él.
        —¿Qué te ha hecho? —pregunta encendido, entrando en la habitación aunque
      ella no le haya dado permiso—. ¡Dime! ¿Qué te ha hecho?
        Silvia, a quien aún le dura el susto, continúa llorando. Su hermano se sienta
      junto  a  ella  en  la  cama  y  le  pasa  el  brazo  por  la  espalda.  La  chica  apoya  la
      cabeza en su pecho y, entre sollozos pero algo más tranquila, se lo cuenta todo.
      David se indigna y se enoja mucho.
        —Esto no acabará así… —El chico ha dictado sentencia. Tiene unas ganas
      irreprimibles de romperle la cara a quien hasta ese mismo instante había sido su
      amigo. ¿Cómo se ha atrevido a hacerle eso a su hermana?
        —También  ha  sido  por  mi  culpa,  David  —murmura  Silvia—.  Tú  me  has
      avisado y yo, que sólo quería pasarlo bien, no te he hecho ni caso… No sé, y
      después, al encontrarme en esa situación… me he asustado, eso es todo… Por
      favor, no hagas nada de lo que puedas arrepentirte… Por favor.
        David abraza fuerte a su hermana.
        —¿Estarás bien?
        Silvia asiente.  Él  la  mira,  la besa  en  la  mejilla y  sale  de  la  habitación. La
      chica se queda un rato mirando al vacío, triste, luego resuelve que lo mejor es
      darse  una  ducha  caliente  para  que  lo  que  queda  del  susto  desaparezca  por  el
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