Page 37 - Lara Peinado, Federico - Leyendas de la antigua Mesopotamia. Dioses, héroes y seres fantásticos
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anciano tampoco tenía necesidad de decir: «Soy un hombre viejo.»
Cualquier doncella, al ser tan pura, no precisaba del agua purifica-
dora. Tampoco, tras una ceremonia religiosa, se precisaba del agua
lustral. Quien cruzaba el Río, para arribar a Dilmun, no profería
palabras de recuerdo, ni añoraba lo dejado atrás. El sacerdote de
los lamentos, al ser Dilmun un lugar puro, no precisaba efectuar
ceremonias funerarias. El sacerdote cantor tampoco recitaba sus ver
sos en los funerales, que no existían. N o precisaban actuar en Dil
mun, pues no se conocían allí necrópolis.
En uno de aquellos días Ninsikilla, observando que faltaba un
elemento fundamental, le dijo a su esposo Enki:
— La ciudad que tú me has regalado carece de agua. Los cam
pos necesitan agua, las granjas precisan de abrevaderos.
El dios Enki le respondió:
— Es verdad. Que la luminaria diurna del cielo, el dios Utu, y
la luminaria de las noches, el dios Nanna, te otorguen lo que pides.
Que traigan agua dulce para este lugar, que te la traigan de la boca
de donde fluye el agua de la tierra. Que ambos seres divinos hagan
a tu ciudad beber de esa boca acuosa. Que Dilmun beba las aguas
de la abundancia. Que tu pozo de agua salada se convierta en uno
de agua dulce. Que tus campos roturados sostengan tu grano y que
las granjas puedan disponer de agua. Que tu ciudad se convierta
en la casa nutricia de Dilmun.
Aquellas palabras fueron oídas por los dos dioses, Utu y Nanna,
y ambos le concedieron a Ninsikilla lo que solicitaba. Una inunda
ción fecundante y beneficiosa sobrevino sobre Dilmun. Días y noches
las aguas hicieron presencia en Dilmun. Finalizadas las lluvias los pozos
de agua salada se convirtieron en pozos de agua dulce. Los campos
de cereales produjeron grano en abundante cantidad.
Sin embargo, Enki se sentía solo. N o le bastaban las caricias de
su esposa. Por eso, un día se presentó ante la sabia diosa Nintu, la
madre del país. Ante ella, y mediante su sabiduría, llenó todas las
zanjas y canales con su esperma, hizo que con la expulsión de su
divino semen nacieran las hierbas y las cañas en los cañaverales.
Tras aquella acción le dijo a la diosa Nintu:
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