Page 38 - Lara Peinado, Federico - Leyendas de la antigua Mesopotamia. Dioses, héroes y seres fantásticos
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— Nadie, excepto  yo, caminará por la laguna. Preciso  estar solo.
       Y     después  de  pronunciar  un juramento  por  la  vida  de An,  el
    padre  de  todos  los  dioses,  Enki  reservó  su  esperma  para  Damgal-
    nunna,  su  esposa,  que  se  hallaba  acostada  en  un  paraje  de  la  lagu­
    na.  La  diosa,  en  calidad  de  Ninhursag,  esto  es,  como  Señora  de  la
    Montaña,  lo  recibió  en  su  regazo.  Enki,  sí, vertió  su  semen  en  el
    seno  de  Damgalnunna.
       Después  de  que  transcurrieran  los  nueve  meses  de  la  materni­
    dad,  que  para  las  diosas  eran  tan  sólo  nueve  días,  Nintu,  la  diosa
    madre  del  país, hizo  que  Ninhursag  diera  a  luz  a  Ninsar,  hermosa
    divinidad  que  creció  en  la  resplandeciente  y  pura  tierra  de  Dil-
    mun,  originando  las  plantas  nutricias.
       Sin  embargo, un  día, la  hermosa  Ninsar salió  a  pasear por  los
    jardines  y  marjales  de  las  afueras  de  la  ciudad. Y  Enki,  que  se
    hallaba en su barca por allí, casualmente, al ver desde lejos a aque­
    lla  doncella,  de  inimaginable  belleza,  no  pudo  menos  que,  arro­
    bado  por  el  deseo,  decir  a  su  mensajero,  Isimu,  que  le  acompa­
    ñaba:
       — Isimu, ¿no besaré a la joven, a la hermosa doncella? ¿No besa­
    ré  a  Ninsar, la  hermosa  doncella?
       Su  mensajero,  Isimu,  mirando  a  su  señor,  se  atrevió  a  contes­
    tarle:
       — Como  dios  de  la  sabiduría  lo  sabes  todo,  sabes  que  se  llama
    Ninsar. Si  ése  es  tu  deseo  besa  a la joven  doncella, besa a la  encan­
    tadora  Ninsar. Levantaré  un  viento  favorable  para  que puedas  arri­
    bar  a  la  orilla y  acercarte  a  la  hermosa  doncella.
       De modo mágico, Isimu se convirtió  en viento propicio y Enki,
    solo  en  el barco, llegó  felizmente  a  tierra  firme, en  donde  puso  su
    pie.
       Sin  más  dilación  se  acercó  a la bella  Ninsar y la abrazó, la besó.
    Es  más, Enki  vertió  su  semen  en  el  seno  de  Ninsar.
       Tras haber transcurrido los nueve meses de la maternidad, como
    crema  maravillosa,  como  buena  crema  que  se  hacía  en  el  establo
    de  los  dioses,  Ninsar  dio  a  luz  a  Ninkura.  Ninkura,  que  llegaría  a
    ser  la  señora  de  las  plantas  fibrosas,  creció  en  la  resplandeciente  y


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