Page 461 - El nuevo zar
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manifestantes  y  atraer  a  más.  Ahora,  los  manifestantes  se  presentaban  en
               mítines políticos con condones inflados como globos, con animales de felpa y
               pósteres  con  la  imagen  de  monos  y  simios  (y  la  de  Putin  como  Kaa,
               estrangulando  a  la  nación).  La  unidad  externa  del  Gobierno  comenzó  a

               mostrar signos de la división interna. Medvédev primero dijo que los vídeos
               viralizados  sobre  el  voto  múltiple  eran  falsos,  pero  luego  prometió  que  las

               autoridades investigarían todos los alegatos. El presidente de la cámara de la
               Duma,  Boris  Grízlov,  prometió  permitir  a  miembros  de  los  partidos  de  la
               oposición  ejercer  como  jefes  de  comité,  con  la  esperanza  de  atemperar  la
               indignación por el dominio de Rusia Unida. Luego, bajo presión, dimitió. El

               Kremlin  degradó  a  su  «cardenal  gris»,  Vladislav  Surkov,  el  estratega
               reconocido —y denostado— por erigir la «democracia dirigida», que era el

               foco del enfado de los manifestantes. Unos pocos días antes, Surkov había
               dicho  que  los  manifestantes  representaban  «la  mejor  parte  de  nuestra
               sociedad, o, más precisamente, la parte más productiva». Periodistas de NTV,

               propiedad de Gazprom, se negaron a salir en antena si el canal se negaba a
               cubrir la protesta del 10 de diciembre, y, por primera vez, los responsables de
               los medios del Kremlin transigieron y permitieron el despliegue público del

               disenso en los canales de televisión con emisiones en todo el país (aunque sin
               mencionar el enfado dirigido contra Putin).[20] Miembros de la élite de Putin
               —los académicos, los estrategas políticos, los burócratas, incluso los clérigos

               de  la  Iglesia  ortodoxa,  que  siempre  habían  sido  leales—  comenzaron  a
               plantear preguntas acerca del fraude, incluido Alekséi Kudrin, quien habló en
               el  mitin  del  24  de  diciembre  y  llamó  a  sus  antiguos  jefes  a  hacer  que  el

               sistema fuera más responsable.

                    Pocos, ni siquiera los manifestantes que desafiaban el frío, creían que las
               protestas  posibilitarían  unas  nuevas  elecciones  o  siquiera  una  investigación

               significativa sobre el fraude, y muy pocos dudaban de que Putin sería reelecto
               en  marzo,  pero,  por  primera  vez,  la  incertidumbre  oprimió  al  régimen  de
               Putin. El mercado de valores se desplomó tras las elecciones y, como en toda

               crisis, se aceleró la fuga de capitales. Un temor se coló entre la élite, sobre
               todo  entre  aquellos  más  dependientes  del  liderazgo  de  Putin.  Vladímir
               Litvinenko, el rector del Instituto de Minería de San Petersburgo donde Putin

               había  escrito  su  tesis,  expresó  el  sentimiento  de  muchos  de  ellos.  Había
               permanecido  cercano  a  su  antiguo  estudiante  y  se  había  convertido  en  un
               hombre  de  fortuna,  en  virtud  de  compensaciones,  decía,  obtenidas  por  su
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