Page 458 - El nuevo zar
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malcriada, ahora se movía con decisión para restringir su influencia.

                    Si  bien  todas  las  elecciones  anteriores  en  la  Rusia  de  Putin  habían
               registrado  abusos  y  manipulación,  el  fraude  que  se  desarrolló  el  4  de
               diciembre fue mucho más generalizado y cínico. A pesar de los esfuerzos de

               las autoridades, internet ahora permitía que las pruebas de las irregularidades
               se difundieran en la conciencia pública. Los observadores electorales oficiales
               no  podían  estar  en  todas  partes,  pero  por  internet  se  propagaron  vídeos

               amateurs  filmados  con  teléfonos  móviles  que  mostraban  a  burócratas
               rellenando  urnas  de  forma  flagrante,  transportando  votantes  en  autobús  de
               colegio electoral en colegio electoral, incluso utilizando tinta invisible en las

               papeletas. En un vídeo grabado por un activista voluntario y subido enseguida
               a  YouTube,  el  anciano  director  del  centro  de  votación  n.º  2.501  de  Moscú
               aparecía  sentado  diligentemente  a  su  escritorio  marcando  una  pila  de

               papeletas.*  Los  observadores  internacionales  de  la  Organización  para  la
               Seguridad y la Cooperación en Europa llegaron a la conclusión de que uno de

               cada  tres  colegios  electorales  experimentó  alguna  especie  de  actividad
               sospechosa; pero solo tomaba en cuenta el pequeño porcentaje de casos en
               que hubo observadores presentes.[17]

                    El  flagrante  desinterés  por  la  honradez  electoral  provocó  un  escándalo

               cuando los resultados no oficiales mostraron que Rusia Unida había ganado
               casi el 50 % de los votos: suficiente, dados los partidos que no llegaron ni al
               umbral  de  obtención  de  escaños,  para  permitirle  retener  una  mayoría  en  la

               nueva Duma. Era evidente que incluso ese resultado menor era un fraude, un
               fraude  que  requería  de  la  complicidad  de  miles  y  miles  de  personas  para

               ejecutarse: desde funcionarios electorales como Vladímir Churov, un colega
               de  Putin  del  KGB  de  San  Petersburgo,  pasando  por  trabajadores  estatales,
               obligados por el miedo o la conveniencia de estar en los centros de votación,
               hasta los periodistas de los medios estatales que hacían esfuerzos por informar

               sobre  todo  con  expresión  impasible.  Incluso  Putin,  que  apareció  junto  a
               Medvédev para declarar la victoria en la sede central de campaña de Rusia

               Unida,  pareció  todo  menos  exultante.  Finalmente,  la  escala  del  fraude  fue
               suficiente para arrancar a miles de la apatía política que había acompañado el
               ascenso del putinismo y del atrofiante estancamiento burocrático que había
               generado.
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