Page 454 - El nuevo zar
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Medvédev,  tras  haber  sido  la  esperanza  de  los  liberales  y  reformistas,
               debió hacer frente a un ridículo mayor que Putin. La decisión de intercambiar
               posiciones pasó a ser conocida como rokirovka, la palabra rusa para nombrar
               el enroque en ajedrez, la maniobra en que el rey intercambia posiciones con la

               torre, en general para consolidar la defensa del rey. Nadie dudaba ahora de
               quién  había  conservado  el  poder  todo  el  tiempo,  ni  siquiera  aquellos  que

               habían  esperado  que  Medvédev  se  estableciera  un  día  como  un  líder
               independiente. El de ellos era el amargo enfado de la decepción. Si la decisión
               fue tomada en 2008 o en 2011, de todos modos Medvédev resultó ser nada
               más que un peón en el gambito de Putin para soslayar la letra de la ley que

               limitaba  el  mandato  del  líder.  Los  rusos  le  reconocían  burlonamente  a
               Medvédev que sus mayores logros habían sido reducir de once a nueve los

               husos horarios rusos y cambiar de forma permanente al horario de ahorro de
               luz  diurna.  Un  día  después  del  anuncio,  un  aliado  putativo,  el  ministro  de
               Finanzas Alekséi Kudrin, rompió públicamente con Medvédev, diciendo que

               se negaría a permanecer en un gabinete con Medvédev como primer ministro.
               Medvédev  intentó  explicar  «su»  decisión  diciendo  que  él  y  Putin  habían
               acordado dejar que las encuestas de opinión decidieran quién se postularía —

               como si las de Rusia fueran reflejo genuino del sentimiento de los votantes—,
               pero no hizo más que empeorar las cosas cuando utilizó como estándar de
               comparación al odiado Estados Unidos. Era inconcebible imaginar, dijo, que

               Barack Obama y Hillary Clinton, que pertenecían al mismo partido, pudieran
               alguna  vez  competir  uno  contra  el  otro.  «Ambos  pertenecen  al  Partido
               Demócrata, de modo que tomaron una decisión sobre la base de quién podía

               obtener el mejor resultado —dijo, menos de una semana después del congreso
               —. Tomamos el mismo tipo de decisión.» El hecho de que sus declaraciones
               pasaran por alto las caldeadas primarias demócratas de 2008 no hizo más que

               sumar al escarnio.[11]





               Putin, que creía haber acatado y respetado la letra de la Constitución de Rusia,

               juzgó  equivocadamente  cuál  sería  la  reacción  de  su  retorno.  Se  había  ido
               aislando  y  distanciando  cada  vez  más  del  sentimiento  popular  que  creía
               entender  intuitivamente.  Los  éxitos  que  con  tanta  frecuencia  pregonaba  —

               estabilidad  y,  pese  a  la  crisis  económica,  amplia  abundancia—  ya  no  eran
               suficientes para aplacar a una nueva generación que los daba por sentados. El
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