Page 450 - El nuevo zar
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decirles  directamente  que  desde  hace  tiempo  hemos  llegado  a  un  acuerdo
               respecto de lo que vamos a hacer en el futuro. A ese acuerdo llegamos hace
               varios años. Sin embargo, como observadores de este debate, tanto el señor
               Medvédev  como  yo  pensamos  que  mal  puede  ser  esa  la  cuestión  más

               importante: quién hará qué trabajo y ocupará qué posición. Más importante
               que eso es la calidad del trabajo, los resultados que logramos, cómo nuestro

               pueblo percibe nuestros esfuerzos, cuál es su reacción a nuestras propuestas
               para el desarrollo futuro de la nación y si nos respaldan.»

                    Las palabras de Putin revelaban mucho acerca de su entendimiento de la
               democracia: no le cabe a la sociedad decidir sus líderes a través de alguna

               apariencia  de  campaña  electoral,  sino  ratificar  a  aquellos  ya  escogidos.
               Anunció que Medvédev encabezaría, de acuerdo con una «tradición» que no
               tenía ni una década de antigüedad, la papeleta del partido en las elecciones

               parlamentarias en diciembre y, por lo tanto, «garantizaría una victoria honesta
               y anunciada». El aplauso que siguió mostraba cierto automatismo; Putin no

               había esclarecido aún la suerte de ninguno de los hombres del tándem.

                    A  continuación,  habló  Medvédev  en  el  estrado.  «Naturalmente,  es  un
               placer hablar aquí», comenzó, sonriendo con torpeza. Ni siquiera tras cuatro
               años en funciones, no dominaba aún el arte del discurso político. «Hay una

               energía  especial  en  esta  sala.  Sencillamente,  está  cargada  de  emociones.»
               Elogió la democracia de Rusia y el «nuevo nivel de cultura política» que se
               había  logrado,  pero  luego  advirtió  que  «la  burocracia  y  el  formalismo

               excesivo»  la  ponían  en  riesgo.  Los  delegados  escuchaban  sin  emoción;  su
               relevancia parecía atenuarse con cada palabra. «Conducen al estancamiento y

               la  degradación  del  sistema  político  —dijo—.  Y,  desafortunadamente,  ya
               hemos presenciado esto en la historia de nuestro país.» Luego resumió una
               agenda  política  de  ocho  puntos,  que  incluía  todo  lo  que  había  prometido
               durante casi cuatro años y aún no había concretado: la modernización de la

               economía  e  industria;  la  seguridad  de  los  salarios,  pensiones  y  sistema  de
               salud,  aún  precarios;  la  lucha  contra  la  corrupción;  la  consolidación  del

               sistema judicial y de justicia penal; el combate contra la inmigración ilegal y
               la protección de la «paz interétnica e interreligiosa»; el establecimiento de un
               «sistema  político  moderno»;  la  reconstrucción  de  la  policía  y  las  fuerzas
               armadas  de  la  nación;  y  el  forjamiento  de  una  «política  exterior  sensata  e

               independiente».

                    Con  esas  palabras,  Medvédev  aceptó  la  nominación  de  Putin  para
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