Page 445 - El nuevo zar
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un  importante  aliado.  Medvédev  lo  despidió,  pero  el  embajador  regresó  a
               Moscú y declaró públicamente que el presidente estaba actuando en contra de
               los intereses de Rusia. Cuando la OTAN lanzó sus primeros ataques aéreos
               dos días más tarde —una primera cortina de fuego para destruir las defensas

               aéreas  del  país  que  resultó  mucho  más  destructiva  de  lo  esperado—,
               Medvédev pareció para muchos en Rusia ser cómplice en una nueva guerra

               liderada por Estados Unidos.





               Uno  de  los  consejeros  más  cercanos  del  primer  ministro  adujo  luego  que

               Putin  no  había  leído  la  resolución  del  Consejo  de  Seguridad  antes  de  la
               votación, en deferencia al presidente y por estar ocupado con la «diplomacia
               económica» más que con las relaciones exteriores. Sin embargo, cuando el

               bombardeo comenzó, Putin entendió su relevancia: el objetivo no declarado
               de la guerra aérea de la OTAN no era solo la protección de civiles atrapados
               en el fuego cruzado, sino más bien el derrocamiento del régimen de Gadafi.

               Creía que Medvédev había sido embaucado. «Putin leyó todo el texto de la
               resolución y vio que permitía que algunos países usaran ese lenguaje ambiguo
               para actuar en la forma en que lo hicieron», dijo el consejero.[5] Mientras las

               bombas de la OTAN llovían sobre Libia, Putin dio su opinión. En una visita a
               una  fábrica  de  armas,  criticó  la  resolución  de  las  Naciones  Unidas  como
               «defectuosa  e  inadecuada».  «Si  uno  la  lee,  enseguida  resulta  evidente  que

               autoriza a cualquiera a tomar cualquier medida contra un Estado soberano. En
               resumidas cuentas, me recuerda a una convocatoria medieval para participar
               en  una  cruzada,  esto  de  que  alguien  convoque  a  otros  para  ir  a  un  sitio  y

               liberar  a  alguien.»  Lo  comparó  con  las  guerras  de  Estados  Unidos  de  la
               década anterior, los bombardeos contra Serbia, Afganistán y, bajo un pretexto
               inventado, Irak. «Ahora es el turno de Libia.»


                    El portavoz de Putin dijo que solo había expresado una opinión personal,
               pero,  puesto  que  a  Medvédev  ya  le  estaban  lloviendo  críticas  por  la
               resolución,  los  dichos  de  Putin  suponían  un  reto  inequívoco.  Medvédev

               enseguida reunió al grupo de prensa del Kremlin en su dacha en las afueras de
               Moscú para defender la abstención de Rusia y, al menos oblicuamente, para
               criticar a Putin. Vestía una cazadora de aviador, de cuero y con cuello de piel

               cerrado hasta arriba. Parecía adusto y un poco incómodo, incluso nervioso, y
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