Page 443 - El nuevo zar
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tema—. Este es un problema de los gobiernos mismos y la responsabilidad
que cargan. Aunque los poderes gobernantes encuentren inaceptables muchas
de esas exigencias, deben mantener el diálogo con todos los distintos grupos
igualmente porque, de otro modo, perderían sus bases reales.»
Las protestas en el mundo árabe habían dado impulso a la atormentada
oposición en Rusia, al menos en el espacio aún seguro de internet, y las
declaraciones de Medvédev sonaban empáticas respecto de aquello que Putin
más temía. Medvédev, si bien no refrendaba las protestas en el país, sonaba
indeciso. El vicepresidente estadounidense, Joseph Biden, incluso tuvo la
audacia de citarlo durante un discurso en la Universidad Estatal de Moscú en
marzo de 2011, en que declaró que los rusos deberían tener iguales derechos
que todos. «La mayoría de los rusos desea escoger a sus líderes nacionales y
locales en elecciones competitivas», dijo Biden, lo cual equivalía a una
adhesión en la campaña no declarada que estaba cobrando forma.
«Los rusos desean poder reunirse libremente y desean medios de
información independientes del Estado. Y quieren vivir en un país que
combata la corrupción. Eso es democracia. Son los ingredientes de la
democracia. De modo que insto a todos los estudiantes aquí: no cedáis
respecto de los elementos fundamentales de la democracia. No necesitáis
entrar en ese pacto fáustico.»[4]
Detrás de escena, Biden utilizó sus visitas para presionar a Medvédev a
fin de que respaldara la resolución del Consejo de Seguridad de Naciones
Unidas que autorizaba una intervención militar en Libia, donde las protestas
pacíficas habían devenido en insurrección armada contra el dictador del país,
Muamar el Gadafi. Estados Unidos, sus aliados de la OTAN, y algunas
naciones árabes, querían establecer una zona «de vuelo restringido» sobre el
país para evitar la represión sangrienta de los rebeldes. Medvédev estuvo de
acuerdo, convencido por la causa humanitaria de la intervención, a pesar de la
oposición del Ministerio de Relaciones Exteriores y otros funcionarios de
seguridad que veían la perspectiva de una campaña liderada por la OTAN
fuera de su frontera como una extensión de la hegemonía estadounidense
hacia otra parte del mundo. Se había alejado peligrosamente de la senda de
Putin, lo cual hacía que una confrontación pareciera inevitable.
Apenas unas semanas antes, Putin había advertido que las revueltas en
Libia y otros países alimentarían el surgimiento de extremistas islámicos