Page 448 - El nuevo zar
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En junio, en una entrevista con Financial Times, Medvédev reconoció por
               primera vez que deseaba retornar para un segundo mandato, pero luego debió
               admitir que no era solo decisión de él. «Creo que cualquier líder que ocupa un
               cargo tan alto como el de presidente desea naturalmente volver a postularse

               —dijo—.  Pero  otra  cosa  es  si  efectivamente  va  a  postularse  para  la
               presidencia  o  no.  Es  decir,  su  decisión  es  distinta  de  su  disposición  a

               postularse. Es decir, esa es mi respuesta.»[7]

                    Si  Medvédev  deseaba  ejercer  una  independencia  política  real,  no  lo
               demostró.  Pudo  haber  utilizado  cualquiera  de  sus  apariciones  o  entrevistas
               para declarar abiertamente su intención de postularse, quizás incluso contra el

               mismo  Putin,  y  presentar  una  verdadera  opción  a  los  votantes.  En  cambio,
               torpemente  dejó  sin  responder  la  pregunta  que,  llegado  el  verano  de  2011,
               parecía  haber  arrastrado  al  país  a  una  prolongada  crisis  política,  con

               reminiscencias del  «problema  de  2008».  A  modo  de  tristes  síntomas  de  la
               parálisis del país, se produjeron desastres naturales, incluido el hundimiento

               de un ferri en el río Volga en julio, en que se ahogaron más de ciento veinte
               personas, y el accidente aéreo de un avión que transportaba a los jugadores y
               entrenadores  de  uno  de  los  equipos  profesionales  de  hockey  del  país,
               Lokomotiv  Yaroslavl.  Medvédev  tenía  programada  para  unos  días  después

               una  conferencia  en  la  ciudad  del  equipo,  Yaroslavl,  lo  cual  pareció  una
               terrible profecía.

                    Para entonces, incluso los ministros de mayor jerarquía temían asistir a

               esas conferencias, para que su presencia no se interpretara como una adhesión
               a  Medvédev  en  contra  de  Putin.  El  carisma  de  acero  de  Putin,  su

               determinación  absoluta,  su  capacidad  para  mantenerse  por  encima  de  las
               dificultades  de  la  vida  de  Rusia  lo  protegían  de  culpa  cuando  estallaban
               tragedias  como  estas.  En  cambio,  Medvédev  parecía  abrumado  como
               presidente. Quizás por designio, la acusación pública por el hundimiento y el

               accidente se dirigió hacia él.

                    La  presencia  de  Putin  en  los  medios  estatales  de  pronto  repuntó
               notoriamente;  una  campaña  orquestada  parecía  destacar  las  diferencias

               personales,  incluso  físicas,  entre  los  dos  hombres.  Putin  apareció  en  el
               campamento de verano del grupo juvenil Nashi; rezó en uno de los mayores
               sitios sagrados de la ortodoxia rusa; buceó en el mar Negro hasta llegar a las

               ruinas  de  una  antigua  ciudad  griega  y,  bajo  la  mirada  de  todos,  salió  a  la
               superficie cargando dos ánforas. El hecho de que su portavoz, Dmitri Peskov,
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