Page 451 - El nuevo zar
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encabezar la lista del partido y, al fin, se enfocó en el acuerdo al que habían
llegado hacía años, según había dicho Putin. Medvédev habló como un
hombre que lee su propio obituario político; fue, de hecho, uno de los
discursos de renuncia más bizarros de la historia. Estaba articulando y
defendiendo su visión para el país, al mismísimo tiempo que desistía del
puesto que podía haberlo hecho posible.
«Propongo que decidamos otra importante cuestión que naturalmente
concierne al partido y a todos los que en nuestro pueblo siguen con atención
la política, a saber, el candidato para el puesto de presidente. A la luz de la
propuesta de que yo encabece la lista del partido, trabaje para el partido y, si
nos va bien en las elecciones, me disponga a participar en el trabajo práctico
del Gobierno, creo que es correcto que el congreso del partido apoye la
candidatura del actual primer ministro, Vladímir Putin, para la labor de
presidente del país.»
Al fin y al cabo, quizás no fue una sorpresa. El acervo político de Medvédev
se había ido hundiendo día a día durante la mayor parte del año. Y, sin
embargo, podía percibirse la conmoción en el estadio cavernoso, un resuello
que pronto se convirtió en un aplauso estruendoso, ola tras ola de aplausos.
Putin había logrado crear suspense y, luego, revelarlo en el momento que él
eligió. Se quedó de pie frente a su asiento en la audiencia, disfrutando de ser
el foco de atención, con los ojos brillantes aunque con una sonrisa tensa,
burlona y fugaz. No alzó los brazos en señal de triunfo ni actuó como un
candidato a quien se le ofrece la oportunidad de optar a un cargo más elevado.
Simplemente asintió a sabiendas, como si su retorno al cargo estuviese
preestablecido.
Una vez concluidas las palabras de Medvédev, Putin caminó con pasos
largos hasta el estrado por segunda vez y pronunció una alocución extensa,
rica en detalles y embebida en política que resumía sus planes para dar apoyo
a los veteranos y los granjeros, los médicos, los maestros, los científicos, los
soldados. Eran los principios básicos de gobernanza, lo que los rusos habían
llegado a esperar tras años de observar a Putin insistir sobre la política
adecuada, las decisiones adecuadas por el bien del pueblo. Prometió superar
las agobiantes adversidades de la crisis financiera mundial, cuyas raíces,