Page 449 - El nuevo zar
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reconociera luego que el «descubrimiento» había sido escenificado era apenas
               una nota al pie de la imagen televisada de un hombre con un ajustado traje de
               neopreno, todavía en forma y en su plenitud.






               Para  cuando  los  delegados  de  Rusia  Unida  se  reunieron  en  Luzhnikí  en
               septiembre,  persistía  una  escalofriante  incertidumbre,  incluso  desconcierto,
               acerca de la proximidad de otra transición política. Ni siquiera al elaborar su

               plataforma de partido para las elecciones, por entonces a solo diez semanas de
               distancia, ninguno de ellos —ni siquiera los líderes del partido o los asistentes

               más allegados a Putin o a Medvédev— sabía si se había tomado una decisión
               o si continuaría ese limbo insoportable previo a la campaña presidencial de
               2012.  Dentro  del  estadio  durante  esa  mañana  de  sábado,  los  delegados

               escucharon  discursos  que  exultaban  la  impresionante  transformación
               experimentada por un imperio ideológico que se había podrido y colapsado, y
               que ahora surgía otra vez, presidido, como se dejaba claro, por un hombre:

               Putin.  Boris  Grízlov,  el  presidente  de  la  cámara  de  la  Duma,  parecía  un
               burócrata soviético de rostro adusto y enjuto al leer la plataforma del partido,
               aburriendo con promesas de prosperidad y aptitud.


                    Llegado el momento, las luces se atenuaron y la muchedumbre se calló.
               Desde los lados e iluminados como estrellas de rock, hicieron su entrada en el
               congreso Putin y Medvédev, caminando uno junto al otro, con los hombros
               balanceándose en tándem. Putin tenía una mirada de completa seguridad, que

               es  lo  que  sus  simpatizantes  decían  que  siempre  ansiaba  el  país,  y  no  la
               estampa avergonzada del líder desgastado de una potencia disminuida. Putin

               habló  primero,  en  observancia  del  protocolo  por  rango  político.  Comenzó
               refiriéndose  a  «los  desafíos  más  acuciantes  que  afronta  nuestra  nación»,  y
               luego  se  ocupó  de  la  pregunta  crucial  en  las  mentes  de  los  delegados,  con

               cierta picardía ya ideada. Estuvo a punto de revelar cuál era exactamente la
               respuesta (tal como había hecho en los consejos privados mantenidos con sus
               diversos asistentes en días anteriores).

                    «Soy consciente de que los miembros de Rusia Unida, sus simpatizantes y

               los  delegados  de  esta  conferencia  están  esperando  que  el  presidente  y  el
               primer ministro de Rusia expresen propuestas sobre la configuración de poder

               y  la  estructura  de  gobierno  del  país  tras  las  elecciones  —dijo—.  Quiero
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