Page 440 - El nuevo zar
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antiguos  congresos  del  Partido  Comunista,  que  exhibían  fila  tras  fila  de
               hombres  de  incipiente  calvicie  y  pelo  gris,  y  generales  en  uniforme,
               engalanados  con  medallas  del  glorioso  pasado  soviético.  Solo  que  ahora  la
               presentación era mucho más engañosa: un acto hecho para la televisión que

               sintetizaba  la  propagada  de  estilo  soviético  con  técnicas  y  tecnología  de
               última generación obtenidas de Occidente.

                    Faltaban  solo  dos  meses  y  medio  para  las  nuevas  elecciones

               parlamentarias, que el partido iba a ganar, por supuesto. Sin embargo, detrás
               de todo ese despliegue, no todo estaba bien. La reputación del partido había
               caído tras el fracaso de la Duma por hacer algo beneficioso para los rusos

               corrientes  durante  el  último  período  de  su  sesión,  un  tiempo  turbulento  de
               crisis económica y política. Para entonces, el partido se había vuelto un objeto
               de  ridiculización,  un  blanco  de  bromas  y  escándalo.  La  Duma  se  había

               convertido  en  una  cámara  llena  de  burócratas  de  estilo  soviético  y
               oportunistas, con leales a Putin y celebridades como Alina Kabáieva o Andréi

               Lugovói, que habían sido reclutados y elegidos en listas de partido, en lugar
               de políticos con un electorado genuino al que tuvieran que rendirle cuentas.
               En  febrero  de  2011,  Alekséi  Navalni,  un  abogado  que  se  había  labrado  un
               público  de  seguidores  exponiendo  la  corrupción  desenfrenada  en  su  blog,

               había convocado una campaña popular para destruir a Rusia Unida por el bien
               del  futuro  democrático  del  país.  En  una  entrevista  radiofónica,  dijo  que  el

               partido se había convertido en una manifestación de todo lo que estaba mal en
               Rusia y agregó, casi en forma de acotación al margen, una descripción que
               resultó ser pegadiza y —no sorprende— duradera: llamó a Rusia Unida «el
               partido de los estafadores y los ladrones».[2]


                    Navalni había estado activo en la política democrática desde finales de la
               década de 1990, cuando se unió al partido Yábloko, pero con el tiempo fue
               frustrándose por la decreciente relevancia del partido y sus luchas internas.

               Fue expulsado tras participar en la Marcha Rusa, una manifestación anual de
               nacionalistas que era aborrecida por los liberales de Yábloko. Abrió un bufete

               de  abogados  durante  un  tiempo,  pero  solo  ganó  renombre  cuando,  como
               William  Browder,  comenzó  a  investigar  las  negociaciones  de  las  turbias
               corporaciones  estatales  que  dominaban  la  economía  rusa.  Su  táctica  era
               simple: adquirir acciones y examinar sus libros. Como propietario de solo dos

               acciones de Transneft, el monopolio de transporte de petróleo, exigió saber
               por  qué  la  compañía  había  donado  300  millones  de  dólares  con  fines
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