Page 442 - El nuevo zar
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Hasta  el  segundo  juicio  a  Jodorkovski,  Medvédev  nunca  había  contradicho
               abiertamente  a  Putin,  nunca  lo  había  desafiado  en  modo  alguno,  pero,  al
               acercarse  el  fin  de  su  mandato  como  presidente,  comenzó  a  fraguarse  una
               campaña no declarada entre los bandos leales a cada hombre. En enero de

               2010,  uno  de  los  consejeros  de  Medvédev,  Arkadi  Dvorkóvich,  advirtió
               públicamente que el segundo juicio a Jodorkovski había dañado el clima de

               negocios en Rusia, al reforzar la percepción de que la justicia en Rusia era
               caprichosa y profundamente corrupta. Semanas más tarde, Medvédev regresó
               a Davos, donde había hecho su debut internacional cuatro años antes, y trazó
               planes  ambiciosos  para  modernizar  la  economía  de  Rusia,  con  lo  que

               tranquilizó a los inversores con relación a que, pese al caso Jodorkovski, el
               país daba la bienvenida al capital y los inversores extranjeros. Apenas días

               antes de su viaje a Davos, Medvédev había enviado a la Duma el acuerdo por
               el Nuevo START pactado con Barack Obama y, durante su estancia en Suiza,
               prometió  resucitar  las  negociaciones  para  entrar  a  formar  parte  de  la

               Organización Mundial de Comercio, las cuales Putin había interrumpido en
               2009. Con la elección de un nuevo Parlamento programada para finales de
               año  y  las  elecciones  presidenciales  tres  meses  después  de  eso,  Medvédev

               representaba  un  camino  alternativo  para  el  futuro,  y  aquellos  dentro  del
               Kremlin y el Gobierno gravitaron, o bien hacia él, o bien hacia Putin.

                    La primera pregunta a la que hizo frente Medvédev en Davos era una que

               no  había  respondido  en  sus  declaraciones  y  que  se  volvería  decisiva.  Se
               refería a la Primavera Árabe, que había comenzado en Túnez en diciembre de
               2010  y  había  inspirado  protestas  que  sacudieron  todo  el  mundo  árabe,
               depusieron a Hosni Mubarak en Egipto y amenazaron al coronel Muamar el

               Gadafi en Libia. Medvédev respondió que no solo reconocía las aspiraciones
               democráticas  de  los  miles  que  habían  salido  a  las  calles  de  Túnez  para

               protestar contra la corrupción, la pobreza y la falta de derechos políticos, sino
               que  también  los  gobiernos  tenían  responsabilidad  en  la  resolución  de  esas
               reivindicaciones.  Luego  enfatizó  la  importancia  de  la  relación  entre  los

               gobernados y los gobernantes en formas que podían igualmente aplicarse a
               Rusia,  donde  la  voluntad  del  pueblo  había  sido  dejada  fuera  del  proceso
               electoral.

                    «Cuando los gobiernos quedan rezagados respecto del cambio social y no

               logran responder a las expectativas de la gente, sobrevienen, tristemente, la
               desorganización y el caos —dijo Medvédev, que parecía entusiasmarse con el
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