Page 109 - Cómo hacer que te pasen cosas buenas: Entiende tu cerebro, gestiona tus emociones, mejora tu vida (Spanish Edition)
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través de las páginas del libro, que en parte Somaly no había logrado
superar algunos de los traumas y heridas de su pasado. Cuando liberaba a
alguna niña, su manera de expresarlo desvelaba un dolor que todavía no
estaba sanado.
Intenté localizarla, busqué en internet. Su web, fundación… Escribí varios
correos electrónicos. Nunca recibí respuesta. Supe que había estado de viaje
por varios países de Europa y Estados Unidos denunciando esa lacra. Tomé
la decisión de ayudarle, para lo cual necesitaba encontrarme con ella.
Pondría todos los medios posibles para «topármela» en algún momento. El
primer paso era obvio; había que volar a Camboya.
El recorrido planeado era Madrid-Londres-Bangkok-Phnom Penh. Llegando
a Londres una tormenta retrasó el aterrizaje dos horas, por lo que perdí mi
vuelo a Tailandia. Pasé la noche en un hotel del aeropuerto y, a la mañana
siguiente, me reubicaron en un vuelo de otra compañía. En la puerta de
embarque me avisaron de que mi equipaje se había perdido en el
aeropuerto. Me plantearon esperar a que apareciera o hacer la reclamación
en el lugar de destino. Me subí al avión, estaba decidida a ayudar en
Camboya y la pérdida de unas maletas no lo iba a impedir.
Aterricé en Bangkok. Tras seis horas de espera, pude tomar un vuelo a
Pnohm Pehn. Una vez allí, acudí apresurada a reclamar mis maletas. A mi
lado, una señora camboyana reclamaba las suyas. La miré fijamente: se
parecía a Somaly —¡la del libro!— pero yo nunca había visto una «cara
camboyana»… Por si acaso, saqué el libro y lo puse encima del mostrador.
—Usted tiene mi libro —me dijo en inglés.
No podía creerlo, ¡era ella! Un escalofrío recorrió mi espalda. ¡Qué suerte!
Le dije, de forma apresurada y nerviosa —no había dormido bien, las
emociones se agolpaban…— que venía a Camboya a buscarla, que tenía una
idea para ayudarla en su proyecto con las niñas. No se fio[14]. Miró a su
alrededor, llevaba un tipo que actuaba de protector-guardaespaldas. Era un
instante emocionante de mi vida e iba a perderlo.
—Usted quiere mucho a alguien —añadí.
—¿A quién? —me preguntó.
—A la reina Sofía —contesté, y me miró con detenimiento.
—¿La conoces?
—¡Todos la conocemos!
Finalmente me sonrío amablemente y dijo:
—Este es mi teléfono, ¡llámame mañana!
Tras ese encuentro providencial conocí en ella a una auténtica luchadora volcada en
ayudar a otras mujeres en su lugar, de su mano me adentré en el mundo de la
prostitución y de los burdeles realizando prevención del VIH y enfermedades de
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