Page 126 - El Hobbit
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alborotada, pero no demasiado ancha, fluía cruzando el camino; y era negra, o
así parecía en la oscuridad. Fue bueno que Beorn les hubiese prevenido contra
ella, o hubieran bebido y llenado alguno de los odres vacíos en la orilla, sin
preocuparse por el color. Así que sólo pensaron en cómo atravesarla sin mojarse.
Allí había habido un puente de madera, pero se había podrido con el tiempo y
había caído al agua dejando sólo los postes quebrados cerca de la orilla.
Bilbo, arrodillándose en la ribera, miró adelante con atención y gritó: —¡Hay
un bote en la otra orilla! ¿Por qué no pudo haber estado aquí?
—¿A qué distancia crees que está? —preguntó Thorin, pues por entonces ya
sabían que entre todos ellos Bilbo tenía la vista más penetrante.
—No muy lejos. No me parece que mucho más de doce yardas.
—¡Doce yardas! Yo hubiera pensado que eran treinta por lo menos, pero mis
ojos ya no ven tan bien como hace cien años. Aun así, doce yardas es tanto
como una milla. No podemos saltar por encima del río y no nos atrevemos a
vadearlo o nadar.
—¿Alguno de vosotros puede lanzar una cuerda?
—¿Y de qué serviría? Seguro que el bote está atado, aun contando con que
pudiéramos engancharlo, cosa que dudo.
—No creo que esté atado —dijo Bilbo—. Aunque, naturalmente, con esta luz
no puedo estar seguro; pero me parece como si sólo estuviese varado en la orilla,
que es bastante baja ahí donde el sendero se mete en el río.
—Dori es el más fuerte, pero Fili es el más joven y tiene mejor vista —dijo
Thorin—. Ven acá, Fili, y mira si puedes ver el bote de que habla el señor Bolsón.
Fili creyó verlo; así que luego de mirar un largo rato para tener una idea de la
dirección, los otros le trajeron una cuerda. Llevaban muchas con ellos, y en el
extremo de la más larga ataron uno de los ganchos de hierro que usaban para
sujetar las mochilas a las correas de los hombros. Fili lo tomó, lo balanceó un
momento, y lo arrojó por encima de la corriente.
Cayó salpicando en el agua. —¡No lo bastante lejos! —dijo Bilbo, que
observaba la otra orilla—. Un par de pies más y hubieras alcanzado el bote.
Inténtalo otra vez. No creo que el encantamiento sea tan poderoso para hacerte
daño si tocas un trozo de cuerda mojada.
Recogieron el gancho y Fili lo alzó en el aire, aunque dudando aún. Esta vez
tiró con más fuerza.
—¡Calma! —dijo Bilbo—. Lo has metido entre los árboles del otro lado.
Retíralo lentamente. —Fili retiró la cuerda poco a poco, y un momento después
Bilbo dijo—: ¡Cuidado!, ahora estás sobre el bote; esperemos que el hierro se
enganche.
Y se enganchó. La cuerda se puso tensa y Fili tiró en vano. Kili fue en su
ayuda, y después Oin y Gloin. Tiraron, y de pronto cayeron todos de espaldas.
Bilbo, que estaba atento, alcanzó a tomar la cuerda y con un trozo de palo retuvo