Page 124 - El Hobbit
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Moscas y arañas
C aminaban en fila. La entrada del sendero era una suerte de arco que llevaba a
un túnel lóbrego formado por dos árboles inclinados, demasiado viejos y
ahogados por la hiedra y los líquenes colgantes para tener más que unas pocas
hojas ennegrecidas. El sendero mismo era estrecho y serpenteaba por entre los
troncos. Pronto la luz de la entrada fue un pequeño agujero brillante allá atrás, y
en el silencio profundo los pies parecían golpear pesadamente mientras todos los
árboles se doblaban sobre ellos y escuchaban.
Cuando se acostumbraron a la oscuridad, pudieron ver un poco, a los lados,
una trémula luz de color verde oscuro. En ocasiones, un rayo de sol que
alcanzaba a deslizarse por una abertura entre las hojas de allá arriba, y escapar a
los enmarañados arbustos y ramas entretejidas de abajo, caía tenue y brillante
ante ellos. Pero esto ocurría raras veces, y cesó pronto.
Había ardillas negras en el bosque. Los ojos penetrantes e inquisitivos de Bilbo
empezaron a vislumbrarlas fugazmente mientras cruzaban rápidas el sendero y
se escabullían escondiéndose detrás de los árboles. Había también extraños
ruidos, gruñidos, susurros, correteos en la maleza y entre las hojas que se
amontonaban en algunos sitios del bosque; pero no conseguían ver qué causaba
estos ruidos. Entre las cosas visibles lo más horrible eran las telarañas: espesas
telarañas oscuras, con hilos extraordinariamente gruesos; tendidas casi siempre
de árbol a árbol, o enmarañadas en las ramas más bajas, a los lados. No había
ninguna que cruzara el sendero, y no pudieron adivinar si esto era por