Page 128 - El Hobbit
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mano de Bombur aferró la cuerda y los otros tiraron. Por supuesto, el enano
estaba empapado de pies a cabeza, pero eso no era lo peor. Cuando lo depositaron
en tierra seca ya estaba profundamente dormido, la mano tan apretada a la
cuerda que no la pudieron soltar; y profundamente dormido quedó, a pesar de
todo lo que le hicieron.
Aún estaban de pie y mirándolo, maldiciendo el desgraciado incidente y la
torpeza de Bombur, lamentando la pérdida del bote, que les impedía volver y
buscar el ciervo, cuando advirtieron un débil sonido: como de trompas y de
perros que ladrasen lejos en el bosque. Todos se quedaron en silencio, y cuando
se sentaron les pareció que oían el estrépito de una gran cacería al norte del
sendero, aunque no vieron nada.
Estuvieron sentados durante largo rato, no atreviéndose a moverse. Bombur
seguía durmiendo con una sonrisa en la cara redonda, como si todos aquellos
problemas ya no le preocuparan. De repente, sendero adelante, aparecieron unos
ciervos blancos, un cervato y unas ciervas, tan níveos como oscuro había sido el
ciervo anterior. Refulgían en las sombras. Antes de que Thorin pudiera decir
nada, tres de los enanos se habían puesto en pie de un brinco y habían disparado
las flechas. Ninguna pareció dar en el blanco. Los ciervos se volvieron y
desaparecieron entre los árboles tan en silencio como habían venido y los enanos
dispararon en vano otras flechas.
—¡Deteneos! ¡Deteneos! —gritó Thorin, pero demasiado tarde; los excitados
enanos habían desperdiciado las últimas flechas, y ahora los arcos que Beorn les
había dado eran inútiles.
Esa noche fue una triste partida, y esta tristeza pesó aún más sobre ellos en los