Page 130 - El Hobbit
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que crecía justo al lado del sendero y allá tuvo que subir, lo mejor que pudo; se
abrió camino por entre las pequeñas ramas enmarañadas, con más de un golpe
en los ojos.
Se manchó de verde y se ensució con la corteza vieja de las ramas más
grandes; más de una vez resbaló y consiguió sostenerse en el último momento;
por fin, tras un terrible esfuerzo en un sitio difícil, donde no parecía haber ninguna
rama adecuada, llegó cerca de la cima. Todo el tiempo se estuvo preguntando si
habría arañas en el árbol, y cómo bajar (excepto cayendo).
Al fin sacó la cabeza por encima del techo de hojas, y en efecto, encontró
arañas. Pero eran pequeñas, de tamaño corriente, y sólo les interesaban las
mariposas. Los ojos de Bilbo casi se enceguecieron con la luz. Oía a los enanos
que le gritaban desde abajo, pero no podía responderles, sólo aferrarse a las
ramas y parpadear. El sol brillaba resplandeciente y pasó largo rato antes de que
pudiera soportarlo. Cuando lo consiguió, vio a su alrededor un mar verde oscuro,
rizado aquí y allá por la brisa; y por todas partes, cientos de mariposas. Supongo
que eran una especie de « emperador púrpura» , una mariposa aficionada a las
alturas de las robledas, pero no eran nada purpúreas, sino muy oscuras, de un
negro aterciopelado, sin que se les pudiese ver ninguna marca.