Page 120 - El Hobbit
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depende de vuestra suerte, coraje, y buen juicio; envío al señor Bolsón con
vosotros, ya os he dicho que vale más de lo que creéis y pronto tendréis la
prueba. De modo que alegra esa cara, Bilbo, y no te muestres tan taciturno.
¡Alegraos, Thorin y Compañía! Al fin y al cabo, es vuestra expedición. ¡Pensad
en el tesoro que os espera al final, y olvidaos del bosque y del dragón, por lo
menos hasta mañana por la mañana!
Cuando el mañana por la mañana llegó, Gandalf seguía diciendo lo mismo.
Así que ahora nada quedaba por hacer excepto llenar los odres en un arroyo
claro que encontraron a la entrada del bosque, y descargar los poneys.
Distribuyeron los bultos con la mayor equidad posible, aunque Bilbo pensó que su
lote era demasiado pesado, y no le hacía ninguna gracia la idea de recorrer a pie
millas y millas con todo aquello a sus espaldas.
—¡No te preocupes! —le dijo Thorin—. Todo se aligerará muy pronto. Antes
de que nos demos cuenta, estaremos deseando que nuestros fardos sean más
pesados, cuando la comida empiece a escasear.
Entonces por fin dijeron adiós a los poneys y les pusieron las cabezas
apuntando a la casa de Beorn. Los animales se marcharon trotando, y parecían
muy contentos de volver las colas hacia las sombras del Bosque Negro. Mientras
se alejaban, Bilbo hubiera jurado haber visto algo parecido a un oso que salía de
entre las sombras de los árboles e iba tras ellos arrastrando los pies.
Gandalf se despidió también. Bilbo se sentó en el suelo sintiéndose muy
desgraciado y deseando quedarse con el mago, montado a la grupa de la alta
cabalgadura. Acababa de adentrarse en el bosque justo después del desayuno
(por cierto bastante frugal), y todo estaba allí tan oscuro en plena mañana como
durante la noche, y muy en secreto se dijo a sí mismo: « Parece como si algo
esperara y vigilara» .
—Adiós —dijo Gandalf a Thorin—. ¡Y adiós a todos vosotros, adiós! Ahora
seguid todo recto a través del bosque. ¡No abandonéis el sendero! Si lo hacéis,
hay una posibilidad entre mil de que volváis a encontrarlo, y nunca saldréis del
Bosque Negro, y entonces os aseguro que ni yo ni nadie volveremos a veros
jamás.
—¿Pero es realmente necesario que lo atravesemos? —gimoteó el hobbit.
—¡Sí, así es! —dijo el mago—. Si queréis llegar al otro lado. Tenéis que
cruzarlo o abandonar toda búsqueda. Y no permitiré que retrocedas ahora, señor
Bolsón. Me avergüenza que se te haya ocurrido. Eres tú quien desde ahora tendrá
que cuidar a estos enanos en mi lugar. —Gandalf rió.
—¡No! ¡No! —dijo Bilbo—. Yo no quería decir eso. Pregunto si no hay algún
otro camino bordeándolo.
—Hay, si lo que deseas es desviarte doscientas millas o más al norte, y
cuatrocientas al sur. Pero ni siquiera entonces encontrarías un sendero seguro. No
hay senderos seguros en esta parte del mundo. Recuerda que estás ahora en las