Page 116 - El Hobbit
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seguís aquí —dijo; alzó al hobbit y se rió—. Por lo que veo aún no te han
devorado los wargos y los trasgos o los malvados osos —y apretó el dedo contra
el chaleco del señor Bolsón sin ninguna cortesía—. El conejito se está poniendo
otra vez de lo más relleno y saludable con la ayuda de pan y miel. —Rió entre
dientes—. ¡Ven y toma algo más!
Así que todos se fueron a desayunar. Beorn parecía cambiado y bien
dispuesto; y en verdad estaba de muy buen humor e hizo que todos se rieran con
sus divertidas historias; no tuvieron que preguntarse por mucho tiempo dónde
había estado o por qué era tan amable con ellos, pues él mismo lo explicó. Había
ido al otro lado del río adentrándose en las montañas —de lo cual podéis deducir
que podía trasladarse a gran velocidad, en forma de oso, desde luego—. Al fin
llegó al claro quemado de los lobos, y así descubrió que esa parte de la historia
era cierta; pero aún encontró algo más: había capturado a un wargo y a un trasgo
que vagaban por el bosque, y les había sacado algunas noticias: las patrullas de
los wargos buscaban aún a los enanos junto con los trasgos horriblemente
enfadados a causa de la muerte del Gran Trasgo, y porque le habían quemado la
nariz al jefe lobo y el fuego del mago había dado muerte a muchos de los
principales sirvientes. Todo esto se lo dijeron cuando los obligó a hablar, pero
adivinó que se tramaba algo todavía peor, y que el grueso del ejército de los
trasgos y los lobos podía irrumpir pronto en las tierras ensombrecidas por las
montañas, en busca de los enanos, o tomar venganza sobre los hombres y
criaturas que allí vivían y que quizá estaban encubriéndolos.
—Era una buena historia la vuestra —dijo Beorn—, pero ahora que sé que es
cierta, me gusta todavía más. Tenéis que perdonarme por no haberos creído. Si
vivieseis cerca de los lindes del Bosque Negro, no creeríais a nadie que no
conocieseis tan bien como a vuestro propio hermano, o mejor. Como veis,
únicamente puedo deciros que me he dado prisa en regresar para ver si estabais
a salvo y ofreceros mi ayuda. Tendré en mejor opinión a los enanos después de
este asunto. ¡Dieron muerte al Gran Trasgo, dieron muerte al Gran Trasgo! —se
rió ferozmente entre dientes.
—¿Qué habéis hecho con el trasgo y con el wargo? —preguntó Bilbo de
repente.
—¡Venid y lo veréis! —dijo Beorn y dieron la vuelta a la casa. Una cabeza
de trasgo asomaba empalada detrás de la cancela, y un poco más allá se veía
una piel de wargo clavada en un árbol. Beorn era un enemigo feroz. Pero ahora
era amigo de ellos, y Gandalf creyó conveniente contarle la historia completa y
la razón del viaje, para obtener así toda la ayuda posible.
Esto fue lo que Beorn les prometió. Les conseguiría poneys, para cada uno, y
a Gandalf un caballo, para el viaje hasta el bosque, y les daría comida suficiente
para varias semanas si la administraban con cuidado; y luego puso todo en
paquetes fáciles de llevar: nueces, harina, tarros de frutos secos herméticamente