Page 118 - El Hobbit
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y a la entrada del antiguo camino de la floresta. Pero Beorn les había advertido
que aquel camino era ahora frecuentado por los trasgos, mientras que el
verdadero camino del bosque, según había oído decir, estaba cubierto de maleza,
y abandonado por el extremo oriental, y llevaba además a pantanos
impenetrables, donde los senderos se habían perdido hacía mucho tiempo. El
paso por el este siempre había quedado demasiado al sur de la Montaña Solitaria,
y desde allí, cuando alcanzaran al otro lado, les hubiera esperado aún una
marcha larga y dificultosa hacia el norte. Al norte de la Carroca, los lindes del
Bosque Negro estaban más cerca de las orillas del Río Grande, y aunque las
montañas se alzaban también no muy lejos, Beorn les aconsejó que tomaran este
camino, pues a unos pocos días de cabalgata al norte de la Carroca había un
sendero poco conocido que atravesaba el Bosque Negro y llevaba casi
directamente a la Montaña Solitaria.
—Los trasgos —había dicho Beorn— no se atreverán a cruzar el Río Grande
en unas cien millas al norte de la Carroca, ni tampoco a acercarse a mi casa;
¡está bien protegida por las noches! Pero yo cabalgaría deprisa, porque si ellos
emprenden esa aventura, pronto cruzarán el río por el sur y recorrerán todo el
linde del bosque con el fin de cortaros el paso, y los wargos corren más que los
poneys. En verdad estaríais a salvo yendo hacia el norte, aunque parezca que así
volvéis a las fortalezas; pues eso sería lo que ellos menos esperarían, y tendrían
que cabalgar mucho más para alcanzaros. ¡Partid ahora tan rápido como podáis!
Eso era por lo que cabalgaban en silencio, galopando por donde el terreno
estaba cubierto de hierba y era llano, con las tenebrosas montañas a la izquierda,
y a lo lejos la línea del río con árboles cada vez más próximos. El sol acababa de
girar hacia el oeste cuando partieron, y hasta el atardecer cayó en rayos dorados
sobre la tierra de alrededor. Era difícil pensar que unos trasgos los perseguían, y
cuando hubo muchas millas entre ellos y la casa de Beorn, se pusieron a charlar
y a cantar otra vez, y así olvidaron el oscuro sendero del bosque que tenían
delante. Pero al atardecer, cuando cayeron las sombras y los picos de las
montañas resplandecieron a la luz del sol poniente, acamparon y montaron
guardia, y la mayoría durmió inquieta, con sueños en los que se oían aullidos de
lobos que cazaban y alaridos de trasgos.
Con todo, la mañana siguiente amaneció otra vez clara y hermosa. Había una
neblina blanca y otoñal sobre el suelo, y el aire era helado, pero pronto el sol
rojizo se levantó por el este y las neblinas desaparecieron, y cuando las sombras
eran todavía largas, reemprendieron la marcha. Así que cabalgaron durante dos
días más, y en todo este tiempo no vieron nada excepto hierba, flores, pájaros y
árboles diseminados, y de vez en cuando pequeñas manadas de venados rojos
que pacían o estaban echados a la sombra. Alguna vez Bilbo vio cuernos de
ciervos que asomaban por entre la larga hierba, y al principio creyó que eran
ramas de árboles muertos. En la tercera tarde estaban decididos a marchar