Page 113 - El Hobbit
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eran de metal.
        Estuvieron  largo  rato  de  sobremesa  bebiendo  hidromiel  en  cuencos  de
      madera. Fuera se extendía la noche oscura: Los fuegos en medio de la sala eran
      alimentados con nuevos leños; las antorchas se apagaron, y se sentaron tranquilos
      a la luz de las llamas danzantes, con los pilares de la casa altos a sus espaldas, y
      oscuros, como copas de árboles, en la parte superior. Fuese magia o no, a Bilbo le
      pareció oír un sonido como de viento sobre las ramas, que golpeaban el techo, y
      el ulular de unos tubos. Al poco rato empezó a cabecear, y las voces parecían
      venir de muy lejos, hasta que despertó con un sobresalto.
        La gran puerta había rechinado y enseguida se cerró de golpe. Beorn había
      salido. Los enanos estaban aún sentados en el suelo, alrededor del fuego, con las
      piernas  cruzadas.  De  pronto  se  pusieron  a  cantar.  Algunos  de  los  versos  eran
      como éstos, aunque hubo muchos y el canto siguió durante largo rato:
        El viento soplaba en el brezal agostado,
        pero no se movía una hoja en el bosque;
        criaturas oscuras reptaban en silencio,
        y allí estaban las sombras día y noche.
        El viento bajaba de las montañas frías,
        y como una marea rugía, y rodaba,
        la rama crujía el bosque gemía
        y allí se amontonaba la hojarasca.
        El viento resoplaba viniendo del oeste,
        y todo movimiento terminó en la floresta,
        pero ásperas y roncas cruzando los pantanos,
        las voces sibilantes al fin se liberaron.
        Las hierbas sisearon con las flores dobladas;
        los juncos golpetearon. El viento avanzaba
        sobre un estanque trémulo bajo cielos helados,
        rasgando y dispersando las nubes rápidas.
        Pasando por encima del cubil del Dragón,
        dejó atrás la Montaña solitaria y desnuda;
        había allí unas piedras oscuras y compactas,
        y en el aire flotaba una bruma.
        El mundo abandonó, y se elevó volando
        sobre una noche amplia de mareas.
        La luna navegó sobre el viento
        y avivó el resplandor de las estrellas.
        Bilbo cabeceó de nuevo. De pronto, Gandalf se puso de pie.
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