Page 110 - El Hobbit
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montones de mercancías? ¿O siempre llamáis recua a seis?
        —¡Oh, no! En realidad había más de seis poneys, pues éramos más de seis…
      y bien ¡aquí hay dos más! —Justo en este momento aparecieron Balin y Dwalin,
      y se inclinaron tanto que barrieron con las barbas el piso de piedra. El hombrón
      frunció  el  entrecejo  al  principio,  pero  los  enanos  se  esforzaron  en  parecer
      terriblemente corteses, y siguieron moviendo la cabeza, inclinándose, haciendo
      reverencias y agitando los capuchones delante de las rodillas (al auténtico estilo
      enano) hasta que Beorn no pudo más y estalló en una risa sofocada: ¡parecían tan
      cómicos!
        —Recua, era lo correcto —dijo—. Una fabulosa recua de cómicos. Entrad,
      mis alegres hombrecitos, ¿y cuáles son vuestros nombres? No necesito que me
      sirváis  ahora  mismo,  sólo  vuestros  nombres.  ¡Sentaos  de  una  vez  y  dejad  de
      menearos!
        —Balin  y  Dwalin  —dijeron,  no  atreviéndose  a  mostrarse  ofendidos,  y  se
      sentaron dejándose caer pesadamente al suelo, un tanto estupefactos.
        —¡Ahora continuemos! —dijo Beorn a Gandalf.
        —¿Dónde estaba? Ah sí… A mí no me atraparon. Maté un trasgo o dos con un
      relámpago…
        —¡Bien! —gruñó Beorn—. De algo vale ser mago entonces.
        —… y me deslicé por la grieta antes que se cerrase. Seguí bajando hasta la
      sala principal, que estaba atestada de trasgos. El Gran Trasgo se encontraba allí
      con  treinta  o  cuarenta  guardias.  Pensé  para  mí  que  aunque  no  estuviesen
      encadenados todos juntos, ¿qué podía hacer una docena contra toda una multitud?
        —¡Una docena! Nunca había oído que ocho es una docena. ¿O es que todavía
      tienes más muñecos de resorte que no han salido de sus cajas?
        —Bien, sí, me parece que hay una pareja más por aquí cerca… Fili y Kili,
      creo —dijo Gandalf cuando éstos aparecieron sonriendo y haciendo reverencias.
        —¡Es  suficiente!  —dijo  Beorn—.  ¡Sentaos  y  estaos  quietos!  ¡Prosigue,
      Gandalf!
        Gandalf siguió con su historia, hasta que llegó a la pelea en la oscuridad, el
      descubrimiento de la puerta más baja y el pánico que sintieron todos al advertir
      que el señor Bilbo Bolsón no estaba con ellos.
        —Nos contamos y vimos que no había allí ningún hobbit. ¡Sólo quedábamos
      catorce!
        —¡Catorce! Ésta es la primera vez que si a diez le quitas uno quedan catorce.
      Quieres decir nueve, o aún no me has dicho todos los nombres de tu grupo.
        —Bien, desde luego todavía no has visto a Oin y a Gloin. ¡Y mira! Aquí están.
      Espero que los perdonarás por molestarte.
        —¡Oh, deja que vengan todos! ¡Daos prisa! Acercaos vosotros dos y sentaos.
      Pero mira, Gandalf, aún ahora estáis sólo tú y los enanos y el hobbit que se había
      perdido.  Eso  suma  sólo  once  (más  uno  perdido),  no  catorce,  a  menos  que  los
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