Page 109 - El Hobbit
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De modo que Gandalf dio un largo y penetrante silbido, y al momento
aparecieron Thorin y Dori rodeando la casa por el sendero del jardín. Al llegar
saludaron con una reverencia.
—¡Uno o tres querías decir, ya veo! —dijo Beorn—, pero éstos no son
hobbits, ¡son enanos!
—¡Thorin Escudo de Roble, a vuestro servicio! ¡Dori, a vuestro servicio! —
dijeron los dos enanos volviendo a hacer grandes reverencias.
—No necesito vuestro servicio, gracias —dijo Beorn—, pero espero que
vosotros necesitéis el mío. No soy muy aficionado a los enanos; pero si es verdad
que eres Thorin (hijo de Thrain, hijo de Thror, creo), y que tu compañero es
respetable, y que sois enemigos de los trasgos y que no habéis venido a mis
tierras con fines malvados… por cierto, ¿a qué habéis venido?
—Están en camino para visitar la tierra de sus padres, allá al Este, cruzando el
Bosque Negro —explicó Gandalf—, y sólo por mero accidente nos encontramos
aquí, en tus tierras. Atravesábamos el Desfiladero Alto que podría habernos
llevado al camino del sur, cuando fuimos atacados por unos trasgos malvados…
como estaba a punto de decirte.
—¡Sigue contando, entonces! —dijo Beorn, que nunca era muy cortés.
—Hubo una terrible tormenta; los gigantes de piedra estaban fuera lanzando
rocas, y al final del desfiladero nos refugiamos en una cueva, el hobbit, yo y
varios de nuestros compañeros…
—¿Llamas varios a dos?
—Bien, no. En realidad había más de dos.
—¿Dónde están? ¿Muertos, devorados, de vuelta en casa?
—Bien, no. Parece que no vinieron todos cuando silbé. Tímidos, supongo.
¿Ves?, me temo que seamos demasiados para hacerte perder el tiempo.
—Vamos, ¡silba otra vez! Parece que reuniré aquí todo un grupo, y uno o dos
no hacen mucha diferencia —refunfuñó Beorn.
Gandalf silbó de nuevo; pero Nori y Ori estaban allí antes de que hubiese
dejado de llamar, porque, si lo recordáis, Gandalf les había dicho que viniesen
por parejas de cinco en cinco minutos.
—Hola —dijo Beorn—. Habéis venido muy rápido. ¿Dónde estabais
escondidos? Acercaos, muñecos de resorte.
—Nori, a vuestro servicio. Ori, a… —empezaron a decir los enanos, pero
Beorn los interrumpió.
—¡Gracias! Cuando necesite vuestra ayuda, os la pediré. Sentaos, y sigamos
con la historia o será hora de cenar antes que acabe.
—Tan pronto como estuvimos dormidos —continuó Gandalf—, una grieta se
abrió en el fondo de la caverna; unos trasgos saltaron y capturaron al hobbit, a los
enanos y nuestra recua de poneys…
—¿Recua de poneys? ¿Qué erais… un circo ambulante? ¿O transportabais